jueves, 14 de junio de 2018

EL FUERTE DE SAN ROQUE EN EL SIGLO XX: DECADENCIA Y DERRIBO



Llegó el siglo XX y las fortificaciones que se habían construido tras las dos guerras entre carlistas y liberales fueron perdiendo su importancia defensiva y poco a poco vieron como sus moradores volaban a otros cuarteles o regresaban felizmente a sus casas.

Durante las dos primeras décadas, el fuerte de San Roque siguió más o menos activo. Pedro de Heredia narró como en 1901, un incendio devoró la casa de Olabarría (Alto de la Pastora), acudiendo en su auxilio un piquete desde el fuerte que había visto las llamas, consiguiendo salvar a los niños que causaron el fuego accidentalmente en la cuadra.

La siguiente noticia es de 1908 y narra el fusilamiento del carabinero Agapito Zorrilla que había asesinado a su sargento, Francisco Mendoza. La sentencia se cumplió detrás del fuerte, en una trinchera. Formaron el cuadro fuerzas del Regimiento de Garellano, Escuadrón de lanceros de Borbón, Guardia Civil y Carabineros. Dispararon al infeliz dos ráfagas de seis disparos sus propios compañeros. Lo peor de todo, es que aquello se convirtió en un repugnante espectáculo que congregó a cientos de portugalujos y viajeros llegados a la villa.

La salubridad del fuerte era pésima desde el momento de su construcción, sin agua corriente, más que la que recogían de la lluvia. En 1909, por fin, se construyó un saneamiento desde el lavadero del fuerte hasta el Ojillo. La fachada del fuerte, tal y como muestra la fotografía superior de la revista Novedades, asomaba curiosa sobre las gradas del Frontón La Estrella, cuando en 1910 se celebró un concurso de Bandas de Música.

Nuestros munícipes no debían estar contentos con su pobre protección y se desplazaron a Madrid en 1913 a gestionar ante el Ministro de la Guerra la construcción de un nuevo cuartel para las fuerzas del Ejército. De momento, solo obtuvieron buenas palabras para un futuro,“ya que en el presente no disponían de fuerzas a desplazar, pero que sí podrían hacerlo en el momento que se aprobase el plan que tenía en proyecto aumentar a los regimientos un nuevo batallón”. Se agradeció al Diputado Juan T. Gandarias sus ayudas prestadas y acordaron “encomendar a un Ingeniero Militar la redacción de un proyecto para la construcción de dichos cuarteles en el punto donde hoy se halla instalado el de San Roque”. Como veremos, este asunto aflora de nuevo en 1919.

Hasta entonces, en 1914, se realizaron nuevas obras, a cargo del Ayuntamiento, de reparación y adecentamiento con el fin de acoger una o dos compañías de Regimiento de Garellano, para que realizaran ejercicios de tiro en la falda del Serantes. Esto nos hace pensar que las antiguas fuerzas acuarteladas ya se habían ido a otros lares. El ayuntamiento se desvivió por realizar las obras (1.155,55 ptas.) en ventanas, bastidores, ventanillas, cristalería, nueva puerta, reparación de las escaleras exteriores, forro exterior, reparación del tejado, blanqueo y empapelado, reparación alcantarillas, cocinas, etc., “ya que consideraron muy beneficiosa la presencia militar en la villa”.

Saltamos a 1919, y el Ejército comunica a nuestro alcalde, Miguel de Carranza, “que se ha consignado por la Superioridad el gasto para poner en estado de habilitarlo para alojamiento de una o dos compañías (unos 200 hombres) el fuerte llamado de San Roque”. Recordaba como “una de las mejoras solicitadas y aprobadas es la dotación de agua para el consumo de la guarnición, elemento indispensable sin el cual es imposible puedan instalarse fuerza alguna”. El Ayuntamiento lo solucionaba elevando agua desde el depósito cubierto, mediante una bomba por medio de una tubería de 25 mm. En el fuerte se instalaría una pequeña fuente o pila.

Las fuerzas que iban a venir eran “el Regimiento de Infantería de Guipúzcoa y la 12ª Compañía de la Sexta Comandancia de Tropa de Intendencia, para que formen parte de esa guarnición. Pedían de forma clara que se les diga los ofrecimientos sobre terrenos, expresándose la situación y condiciones de los mismos y las facilidades que puedan prestar, para la construcción de UN CUARTEL para el regimiento de infantería y OTRO CUARTEL para la expresada Compañía de Intendencia.

Suponemos que para ese OTRO CUARTEL recurrirían de nuevo al “Cuartelón”, que llegados los años treinta, presentaba un estado ruinoso tras haber acogido la Escuela de Artes y Oficios, un almacén municipal y a pesar de su estado, en él se alojaron los primeros okupas portugalujos, “viviendo sin las más elementales reglas de moralidad”. El Ayuntamiento republicano de 1932 decidió su derribo, pero buscando previamente una nueva ubicación para sus usuarios. Dado que el fuerte estaba abandonado, se pensó realojarlos allí, tras conseguir la autorización de Ministerio y la cesión provisional en 1933. Se alojaron unas 10 familias y en 1934, había cola para conseguir allí una vivienda. En 1936, el periódico Euskadi Roja decía: “El antiguo fuerte ha sido convertido en un cobertizo o refugio, en donde se cobijan más de 27 familias, unas 150 personas, obreros sin trabajo, mendigos habituales, gentes sin hogar y sin pan”.Como pie de una foto decía: “La entrada posterior a las inmundas pocilgas y malolientes en las que vegetan hacinadas como bestias más de 150 personas”.

A primeros de 1937 se registraron grandes temporales que dañaron el fuerte dejándolo en estado de ruina. La última corporación republicana había acordado en Marzo su derribo, dado el peligro que suponía para los niños que jugaban en la zona, pensando dedicar la zona a parque público, pero los acontecimientos bélicos retrasaron su demolición.

En la foto inferior de la Biblioteca Nacional de España, fechada el 17 de junio de 1936 tras la voladura del travesaño del puente el fuerte aun se aprecia en pie.

Sus restos acogieron el 30-8-1940 el ajusticiamiento a garrote vil de tres jóvenes de Repélega,  La Sierra y Villanueva que habían asesinado a Francisco Herrero, obrero de AHV, para robarle 25 pesetas y arrojar su cadáver al Ballonti. Nuevamente, aquello se convirtió en un “espectáculo al amanecer” al que el ayuntamiento había convocado mediante un bando.

Y aquí acaba la historia militar de 100 años sobre el cerro que en su día acogió aquella ermita de San Roque que las tropas napoleónicas convirtieron en cenizas. En los siguientes capítulos, terminaremos hablando de su transformación, primero en depósito de aguas, con su curiosa compra al Estado, acabando hoy en día como plaza-parque bajo la que se construyó un parking.


JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO
Datos extraídos fundamentalmente del Archivo de Patrimonio (C12- 27A y 28)



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