Tras la guerra con los franceses, en que Fernando VII aceptó
ciertas reformas para atraer a los
sectores liberales, en enero de 1820 se produjo el levantamiento militar del teniente
coronel Riego, que proclamó la restauración de la Constitución de Cádiz de 1812
y suprimió la inquisición, dando lugar al trienio liberal que duró hasta 1823
con la entrada del ejército francés que repuso el absolutismo en la persona de
Fernando VII.
Tras una “década ominosa”, a su muerte en setiembre de 1833,
y ser proclamada reina su hija Isabel, bajo la regencia de su madre María
Cristina de Borbón, su hermano Carlos mantuvo sus derechos dinásticos llevando
al país a lo que se llamó la primera guerra carlista.
En Portugalete ante el levantamiento carlista en Bizkaia, huyó la corporación municipal que eran liberales aunque se reintegraron
poco después cuando las tropas del ejército liberal se afianzó en Bilbao. A
continuación llegaron abundantes tropas que se dedicaron a fortificar la
población, en la que tres años antes se había hecho desaparecer su batería del
Solar con sus veteranos cañones.
Tras unos meses con tropas carlista merodeando en los
alrededores, el 22 de abril de 1834, tuvo lugar una importante acción sobre
Portugalete, llevada a cabo por un personaje muy conocido como era Cástor Andéchaga
que a la sazón vivía en un caserío de Galindo perteneciente entonces al concejo
de Santurce y ya en el siglo XX a Portugalete.
La Villa, que contaba con una guarnición de 99 hombres,
granaderos provinciales de la guardia real, fue considerada desde el principio por
los carlistas como objetivo principal como medio de conseguir apoderarse de
Bilbao que daría a los carlistas un importante prestigio sobre todo
internacional para la obtención de ayuda económica.
Andéchaga con una facción de 1200 hombres divididos en
varias columnas comenzó el ataque a las 5½ de la mañana. El parte militar
señalaba que “acometieron con el mayor
arrojo las puertas llamadas del Cristo, Torre, Ribera y otros puntos, con un
fuego horroroso e imprevisto, siendo contestado con serenidad por la guarnición
que cubría todos aquellos”.
Al fracasar este primer ataque por sorpresa “con el fin de penetrar a todo trance en el
pueblo, haciendo uso de hachas, picas, palancas y otros instrumentos, lograron
allanar la puerta de la huerta de la casa nueva del Cristo, que habitaban D.
José y D. Clemente Urioste, apoderándose de ella por estar fuera de cerraduras
y desde donde ofendían terriblemente a nuestros soldados y en particular a los
que defendían las aspilleras de aquel sitio, intentando al propio tiempo
incendiar desde la misma casa la inmediata que ocupaba D. Agapito Alconero desistiendo
pronto de esa empresa por las medidas que adoptó el comandante del fuerte.
Igualmente ocupó otra casa torre que daba frente a la anterior, y valido de su
elevación, hacía un mortífero fuego por casi todas las calles del pueblo: la
guarnición le contestaba con tal acierto, que no encontrándose seguro en dicha
casa tuvo que romper infinidad de paredes para salir”
Para conseguir abrir la puerta del Cristo, Andechaga, mandó lanzar
contra ella tres carros cargados de paja y colchones ardiendo obligándolos a
conducir a los prisioneros que tenía del regimiento de Chinchilla, en cuya
operación fueron casi todos heridos por sus compañeros de armas. En el mismo
momento que esto pasaba en la puerta del Cristo, reforzaba su ataque por la de
Santa Clara, abriendo brecha en la pared de la huerta de las monjas, por la que
se introdujo en el convento y se apoderó de la casa del vicario. Por último,
tras 16 horas de continuo fuego, decidió retirarse. En la guarnición se
contabilizaron dos tiradores muertos, llamados Ginés Navarro y Manuel
Rodriguez.
A Cástor Andéchaga le había llegado la noticia de la llegada
de Espartero desde Durango en auxilio de la Villa y decidió salir a su
encuentro. En el combate entre ambos en Burceña tuvo 80 muertos y bastantes
prisioneros, perdiendo considerable armamento, caballos y equipajes. Espartero
entró en la Villa con una herida de bala en el brazo aunque no de mucha
gravedad. Por este hecho ascendió a Mariscal de Campo.
Tras esta primera acción el ejército cristino envió nuevos
batallones a la Villa para reforzar su posición y sus fortificaciones, así como
barcos de la marina española y británica que acudió en su ayuda. Esta
previamente había estado en San Sebastián donde se habían encargado de la
construcción, entre otros, del fuerte de Jaizkibel conocido con el nombre de su
comodoro Lord John Hay, y cuyo equipo de zapadores pudieron ser los que construyeron
aquí el fuerte de Campanzar, que junto con los que se hicieron en el cerro de
San Roque y Abatxolo protegerían la Villa y la entrada del puerto durante los
siguientes años de la guerra. En la ejecución de estas defensas participó el
cuerpo de ingenieros dirigidos por Manuel Valdés y Casasola, que posteriormente
llegaría a Mariscal de Campo.
Ya desde los primeros momentos de la contienda, uno de los problemas
que se planteó fue el alojamiento de la tropa para lo que se recurrió a
domicilios particulares y al convento de Santa Clara, que fue abandonado por
las monjas.
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