miércoles, 13 de junio de 2018

PRIMERA GUERRA CARLISTA EN PORTUGALETE(1): ATAQUE DE ANDECHAGA


  

Tras la guerra con los franceses, en que Fernando VII aceptó ciertas reformas para atraer a los sectores liberales, en enero de 1820 se produjo el levantamiento militar del teniente coronel Riego, que proclamó la restauración de la Constitución de Cádiz de 1812 y suprimió la inquisición, dando lugar al trienio liberal que duró hasta 1823 con la entrada del ejército francés que repuso el absolutismo en la persona de Fernando VII.

Tras una “década ominosa”, a su muerte en setiembre de 1833, y ser proclamada reina su hija Isabel, bajo la regencia de su madre María Cristina de Borbón, su hermano Carlos mantuvo sus derechos dinásticos llevando al país a lo que se llamó la primera guerra carlista.

En Portugalete ante el levantamiento carlista en Bizkaia, huyó la corporación municipal que eran liberales aunque se reintegraron poco después cuando las tropas del ejército liberal se afianzó en Bilbao. A continuación llegaron abundantes tropas que se dedicaron a fortificar la población, en la que tres años antes se había hecho desaparecer su batería del Solar con sus veteranos cañones.

Tras unos meses con tropas carlista merodeando en los alrededores, el 22 de abril de 1834, tuvo lugar una importante acción sobre Portugalete, llevada a cabo por un personaje muy conocido como era Cástor Andéchaga que a la sazón vivía en un caserío de Galindo perteneciente entonces al concejo de Santurce y ya en el siglo XX a Portugalete.

La Villa, que contaba con una guarnición de 99 hombres, granaderos provinciales de la guardia real, fue considerada desde el principio por los carlistas como objetivo principal como medio de conseguir apoderarse de Bilbao que daría a los carlistas un importante prestigio sobre todo internacional para la obtención de ayuda económica.

Andéchaga con una facción de 1200 hombres divididos en varias columnas comenzó el ataque a las 5½ de la mañana. El parte militar señalaba que “acometieron con el mayor arrojo las puertas llamadas del Cristo, Torre, Ribera y otros puntos, con un fuego horroroso e imprevisto, siendo contestado con serenidad por la guarnición que cubría todos aquellos”.

Al fracasar este primer ataque por sorpresa “con el fin de penetrar a todo trance en el pueblo, haciendo uso de hachas, picas, palancas y otros instrumentos, lograron allanar la puerta de la huerta de la casa nueva del Cristo, que habitaban D. José y D. Clemente Urioste, apoderándose de ella por estar fuera de cerraduras y desde donde ofendían terriblemente a nuestros soldados y en particular a los que defendían las aspilleras de aquel sitio, intentando al propio tiempo incendiar desde la misma casa la inmediata que ocupaba D. Agapito Alconero desistiendo pronto de esa empresa por las medidas que adoptó el comandante del fuerte. Igualmente ocupó otra casa torre que daba frente a la anterior, y valido de su elevación, hacía un mortífero fuego por casi todas las calles del pueblo: la guarnición le contestaba con tal acierto, que no encontrándose seguro en dicha casa tuvo que romper infinidad de paredes para salir

Para conseguir abrir la puerta del Cristo, Andechaga, mandó lanzar contra ella tres carros cargados de paja y colchones ardiendo obligándolos a conducir a los prisioneros que tenía del regimiento de Chinchilla, en cuya operación fueron casi todos heridos por sus compañeros de armas. En el mismo momento que esto pasaba en la puerta del Cristo, reforzaba su ataque por la de Santa Clara, abriendo brecha en la pared de la huerta de las monjas, por la que se introdujo en el convento y se apoderó de la casa del vicario. Por último, tras 16 horas de continuo fuego, decidió retirarse. En la guarnición se contabilizaron dos tiradores muertos, llamados Ginés Navarro y Manuel Rodriguez.

A Cástor Andéchaga le había llegado la noticia de la llegada de Espartero desde Durango en auxilio de la Villa y decidió salir a su encuentro. En el combate entre ambos en Burceña tuvo 80 muertos y bastantes prisioneros, perdiendo considerable armamento, caballos y equipajes. Espartero entró en la Villa con una herida de bala en el brazo aunque no de mucha gravedad. Por este hecho ascendió a Mariscal de Campo.

Tras esta primera acción el ejército cristino envió nuevos batallones a la Villa para reforzar su posición y sus fortificaciones, así como barcos de la marina española y británica que acudió en su ayuda. Esta previamente había estado en San Sebastián donde se habían encargado de la construcción, entre otros, del fuerte de Jaizkibel conocido con el nombre de su comodoro Lord John Hay, y cuyo equipo de zapadores pudieron ser los que construyeron aquí el fuerte de Campanzar, que junto con los que se hicieron en el cerro de San Roque y Abatxolo protegerían la Villa y la entrada del puerto durante los siguientes años de la guerra. En la ejecución de estas defensas participó el cuerpo de ingenieros dirigidos por Manuel Valdés y Casasola, que posteriormente llegaría a Mariscal de Campo.

Ya desde los primeros momentos de la contienda, uno de los problemas que se planteó fue el alojamiento de la tropa para lo que se recurrió a domicilios particulares y al convento de Santa Clara, que fue abandonado por las monjas.

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