Para acompañar a estas
dos fotografías de los últimos años de existencia del pabellón balneario que se
construyó en 1876 en la playa del Salto, recurrimos a un artículo sobre el
mismo aparecido en el Programa de Fiestas de 1995 y firmado por Roberto Hernández Gallejones.
Ya en 1903 y 1904 por
Reales Decretos se había cedido al municipio portugalujo, el terreno sobre el
que se levantaba y estaban comenzando las obras que uniría el muelle Nuevo con
Santurtzi tras realizar el Relleno.
En diciembre de 1909, los propietarios
eran Fermín Arnedo y Ernesto Hoffmeyer,
al alimón con la Compañía de
Maderas, S.A., de nacionalidad
noruega, cuyo director gerente era Julio Larsen. Esta empresa que
tenía sucursales en Madrid, Santander y Bilbao le había dado
poder en 1905, en la localidad de Barun (Noruega) al Sr. Federico Langard o Langaard, a la sazón Cónsul
de España en esta ciudad, para
la administración del balneario.
Este mismo año de
1909, la Corporación lo cedió
en arriendo a Juan Estévez. Sin embargo
los días de este airoso edificio estaban contados. Ya el 8
de junio de 1909, se hace el
inventario de los bienes del
pabellón. Por esta relación
podemos conocer el alto confort que se alcanzó, a juzgar por lo lujoso
de las piezas que componían su mobiliario.
Había tres bañeras de mármol, y otras tres de hierro
con baño de porcelana, en la sección de baños calientes. El salón presentaba 32 sillas de hierro, un piano, cuatro divanes,
y dos mesas de jugar a las
damas, entre otros efectos. El café-restaurant, poseía mesas de mármol, ocho con veladores de hierro, dos candeleros, y un servicio de mesa grabado con las iniciales
de la casa, amén de múltiples elementos de cocina, cucharas,
cucharillas, tenedores, etc.
El año 1910, vio el principio
del fin de este agradable punto de
recreo y en mayo de 1913, tras varias vicisitudes, la Corporación decretó su derribo.
Años después el arquitecto y alcalde, Santos
Zunzunegui, y otros, intentaron sin éxito volver a erigir un nuevo balneario en
nuestra ribera marítima.
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