Si hay un tema recurrente en este blog, que atraiga la
atención inmediata de muchos de nuestros seguidores, aunque resulte algo
reiterativa es el recuerdo de El Metro y de sus propietarios, Puri, Conchi y
Justo, que aparecen en la foto que encabeza esta entrada tras el mostrador con
Begoña Urtiaga.
Tasio Muñarriz,
no quiere ser menos y nos envía el recuerdo que guarda del mismo:
Era un bar atípico porque no tenía
cafetera, TV, máquinas tragaperras ni de juegos. Las mesas eran muy artesanas
con tablas que se limpiaban con lejía destacando los nudos. La mayoría de los
asientos eran de banco corrido. El acceso era por dos puertas que estaban a
distinto nivel.
La trastienda era tan grande como
el local del bar para almacenar piernas de jamón, pellejos de vino y latas de
bonito. Con ello confeccionan los famosos gazpachos que no tenían que ver nada
con los andaluces. Justo rellenaba botellas en un cuartito junto a una de las
puertas.
Más que un bar de txiquiteo era
un local de conversación: el primero de la cuadrilla que entraba compraba una
botella de vino y se servía en un vaso, el siguiente hacía lo mismo y repartía,
lo mismo hacia el tercero, etc. Cuando entraba un “poli”, Puri iba por las
mesas advirtiendo de su presencia para que la gente bajase la voz y el “chiva”
no se enterase.
Eran tan lentos sirviendo que se
corrió la fama de que una cuadrilla llamaba por teléfono desde Las Arenas
encargando la consumición para que la tuviesen preparada al llegar al bar.
En la época en que se pasaba
cesta en las misas de la Basílica al final de la tarde del domingo se quedaban
Manolo el sacristán y su mujer Contxi para empaquetar la calderilla y mandaban
a dos monaguillos al Metro para cambiarla por billetes. Puri siempre tuvo el
cuidado de premiarles con un bocata de jamón.
Muchos se acordarán también de
que en una de las paredes, todas desconchadas, colgaba un cuadro de las
Vaquillas en la tejavana realizado por Reguera para su amigo “Chamorro” del bar
“El Resbalón”.
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