Recordando una conferencia pronunciada ya hace años por Oscar Álvarez Gila en el Hotel Puente Colgante sobre el portugalujo Gregorio de Ugarte y Coscojales, uno de los marinos más importantes del siglo XVI, que además de gran navegante fue constructor de los galeones de mayor tonelaje botados en nuestros puertos, traemos hoy aquí la faceta que entresacó de un Memorial que nuestro personaje hizo sobre la conquista y población de la isla Dominica.
Por su declaración sabemos que participó en la conquista de dicha isla Dominica, una de las llamadas Pequeñas Antillas, en la que por entonces vivían los indígenas llamados indistintamente “caribes” o “canibales” –de los que no hace falta decir cuál era su plato preferido–.
Los españoles habían tomado como costumbre reprimir ferozmente la resistencia de pueblos, como era el caso de los caribes, que no aceptaban de primeras y por las buenas su dominio y además, presentaban unas costumbres tan bárbaras a los ojos de la moralidad europea... Y así ocurrió en este caso.
En el citado Memorial, en que reconoce explícitamente ser “vecino de Portugalete”, describe con pelos y señales las costumbres de aquellos nativos: que iban medio desnudos, que eran expertos constructores de canoas y de gran destreza en el arte de la navegación, y que mostraban tanto amor por sus hijos como desprecio por la vida de los infelices que acababan en sus estómagos.
Pero así y todo, las barbaridades que sus propios compatriotas hicieron en la conquista de Dominica, y la crueldad que demostraron con sus vencidos, le hicieron completar su informe con una profunda queja por el modo en que habían sido exterminados, no sólo los combatientes y los comedores de carne, a quienes él consideraba culpables y dignos de todo castigo, sino también el resto de habitantes de la isla.
Queja que remitió junto con su informe al propio rey, y que por ello hoy se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla.
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