Como ya vimos en una foto de David Juarrero frente a la casa de Sugasti en 1943, esta foto de los fondos de A. Zorraquin sacada unos años después desde el balcón del Ayuntamiento, nos muestra uno de los tradicionales alardes católicos que adquirieron gran pompa en los años de postguerra.
El día de Corpus Christi se instalaban monumentos en distintos puntos de la Villa y eran visitados en procesión, bajo una lluvia de pétalos de rosa, por la plana mayor sacerdotal, vestida con sus mejores capas, portando en andas, bajo palio, la custodia que donara a la Parroquia en 1641, Martín de Vallecilla.
El florido monumento con sus alfombras, estaba adosado a la estatua de Chávarri en un día soleado que obligaba a los más previsores a cobijarse debajo del castaño de Indias, mientras otros las pasaban canutas al sol. Ya lo dice el refrán: Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Los más sufridos, sin duda, serían los dos maceros que aguantaban al sol con sus pelucas, dalmáticas de terciopelo y las mazas al hombro.
Casi todo el mundo de rodillas sobre el castizo mosaico portugalujo formado por los rebollos, cuando solo estaban hincados en arena mostrando su relieve y no se habían rejunteado con cemento, como ahora, restándoles vistosidad aunque aportando más comodidad. Otros, los menos, sobre las losas que, sobre todo, usaban las mujeres calzadas con tacones altos al atravesar la plaza.
A la izquierda, varias banderas y pendones. Los monaguillos con la cruz neogótica procesional y los dos faroles que oscilaban al andar. Delante de ellos, los “cruzados” del Colegio Santa María con sus lanzas y espadas de madera, pasando su calorcito bajo aquellos verdugos que cubrían sus cabezas imitando una cota de maya.
Frailes de rodillas, de los colegios menesianos y agustinos, aprovechando las losas para no magullarse las rodillas. En el centro, tras los abanderados repeinados, un grupo numeroso de monaguillos con distintas vestimentas.
A la derecha, el grupo más numeroso formado por las niñas vestidas de primera comunión y las angelitas con sus alas ribeteadas de plumas blancas. Más banderas y una abanderada de Acción Católica, de luto y con peineta. Tras ellas, un nutrido grupo de chicas de pie con velo blanco y otras de rodillas, sin él, estando acompañadas y vigiladas por varias monjas del Colegio del Carmen. “Penando sus pecados”, de rodillas, los miembros de alguna cofradía masculina con sus achas procesionales.
Debajo del castaño de Indias, un grupo de chavales con sus medallas al cuello, acompañados, creo, por el sacristán Ignacio Izaga.
Cerraban el círculo un grupo de beatas cubiertas con sus velos y como telón de fondo, más arrodillados sobre una sola pierna, en la “fábrica de tubos”, rampa y escaleras del gasolino.
Los que estaban a lo suyo, como siempre mirando para Sestao, Don Víctor, Silvano y Txomin “Garro”. Afanosa, la mujer con su cesto de flores que seguía empeñada en colocar la guirnalda que rodea la placa que ensalza los logros empresariales de Chávarri.
En la foto inferior, bajo estas líneas, gente menuda vestida como monaguillos y angelitas, entre los que nosotros distinguimos a Peio Basurco, y otros podrán apuntar a más.
José Luis Garaizabal
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