Como en todas las guerras,
también en la nuestra hubo combatientes voluntarios que defendieron la causa
que les parecía más justa y otros que fueron incorporados a la fuerza y
tuvieron que luchar contra sus camaradas de ideología.
En el bando
republicano-nacionalista fueron movilizados paulatinamente todos los varones de
18 a 45
años para distintas funciones: combate en el frente, construcción del Cinturón
defensivo de Bilbao (“El cinturón de hierro”), servicios auxiliares, trabajos
militarizados en fábricas, etc. Todos tenían que llevar consigo una tarjera
militar que acreditase la función que cumplían. Hubo algunos que para no
participar en la defensa de la República se escondieron en su casa o en la de
algún republicano que les protegía. Eran los llamados “emboscados”.
Tengo controlados 736 jóvenes portugalujos
que lucharon en el frente, a los que hay que sumar 115 que murieron. Al
principio la conducción de los cadáveres se realizaba con una comitiva desde la
plaza del Cristo hasta el cementerio por el Ojillo como un homenaje póstumo a
su memoria. Luego se suprimió el cortejo y se realizaba el entierro en la
intimidad familiar para no desanimar a la población. El motivo aducido por el
Ayuntamiento era que: “la reacción sentimental que producen no es la más indicada para
mantener tenso el ánimo y templado el espíritu ante las más duras adversidades
y sufrimientos. Guardemos en nuestra intimidad, sin exteriorizaciones
inadecuadas para estos momentos, el dolor y el recuerdo por nuestros muertos,
que día llegará y no tardando mucho, en que podamos tributarles el homenaje
grandioso e imperecedero que su heroísmo y noble sacrificio merecen”.
La única excepción fue el
entierro civil de Gerardo Tovar García, tripulante del bou “Guipúzcoa”, herido
en la batalla de Matxitxako y fallecido en Getxo en marzo de 1937. El 26 de
mayo murió en el hospital de Basurto como consecuencia de las heridas sufridas
en el frente Iñaki Arana Eguía, comandante del batallón Ibaizabal. De nuevo se
les empezó a homenajear a los combatientes muertos como “Héroes de Euskadi”.
Al terminar la guerra en Vizcaya
a fines de junio de 1937, la leva del ejército de ocupación en Portugalete fue
de 285 jóvenes, empezando por los que tenían 18 años, la llamada “quinta del
biberón”. Algunos que no fueron condenados a cárceles, campos de concentración o
batallones de trabajadores tuvieron que combatir sucesivamente en los dos
ejércitos.
Hay constancia de 34 portugalujos
muertos en el bando llamado “nacional”. A diferencia del protocolo íntimo de
los entierros de los republicanos muertos en combate, los nacionales les hacían
a los suyos funerales en la Parroquia y conducción del cadáver por la calle con
la cruz alzada. Este fue el caso de Galo Martínez, Pablo Lahuerta y Antonio
Sáez Cámara. Asistían las autoridades, la Banda de Música, la segunda línea de
Falange, los Flechas y Pelayos y una sección de las Margaritas. Los féretros
estaban cubiertos por la bandera monárquica.
Tasio Munarriz
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