En el segundo sitio de Bilbao, que tuvo lugar entre octubre
y diciembre de 1836, la Marina jugó un papel muy importante. Ya desde junio el
almirante lord John Hay, con el Phoenix, el HMS Salamander y algunas cañoneras, estaban en la Villa, que
contaba también con la presencia de los buques ingleses Ringdove y Saracen,
que atacaban con su artillería a los carlistas y suministraron
material de combate a las fuerzas acantonadas en Bilbao
a través de la ría. Por su parte la armada española con los buques Eduardo, Clotilde,
Leopoldino y Veloz, al mando de Francisco Armero y Fernández de
Peñaranda, realizaban incursiones por la ría intentando
levantar el cerco que al final le valieron a este militar sus primeros ascensos
y condecoraciones hasta llegar a Capitán General de la Armada y el título de
Marqués del Nervión.
El día 25 de noviembre llega nuevamente Espartero con 14.000
soldados ( 10 regimientos y 2 de Caballería) estableciendo sus cuarteles,
depósitos
de armas,
municiones y víveres, así como hospitales de sangre, y convocando de inmediato
a todos los generales y jefes del Ejército del Norte y de reserva, a una
reunión en el convento de Santa Clara para deliberar y aprobar las acciones para
la liberación de Bilbao.
El día 27 inicia el avance hacia Bilbao que es rechazado por
las posiciones carlistas que estaban muy bien fortificadas, por lo que tras
consultar con los jefes de la Marina Española y de la Marina Británica se dispuso a construir un
puente
sobre la ría a la altura de la Plaza, fuera del alcance de la artillería
enemiga aunque expuesto por su cercanía a la desembocadura
de la ría a sufrir la fuerza del oleaje.
El
puente se empezó a construir el amanecer del día 29 de noviembre hasta las diez
de la mañana del siguiente colocando en línea abarloada 32 lugres, goletas y bergantines
que se hallaban en la ría, perfectamente amarrados en una extensión de 680
pies, y con sus planchas de cuarteles de unos a otros. Para ello se recurrió a
toda la madera existente en la Villa y sus alrededores, incluyendo toda la
tarima del suelo de la iglesia, dirigiendo la operación los brigadieres
comandantes generales de las fuerzas navales que operaban en la costa de
Cantabria, D. Manuel de Cañas y D. José Morales de los Ríos, con el apoyo de
los bergantines ingleses Rindove y Saracen y la marina del puerto de Castro
Urdiales.
Como
resultado a las cuatro de la tarde se hallaba en la otra orilla todo el
ejército con más de 800 caballerías de todas clases, permaneciendo aquella
noche acampado en las alturas inmediatas de Algorta y Lejona y notificando a
través del telégrafo a los defensores de Bilbao el comienzo del avance para su
liberación.
Pero
el 5 de
diciembre arreció el temporal con una espantosa resaca que además de
la pérdida total del quechemarín San Bernabé, destrozó el puente que era la
única comunicación con la orilla izquierda desde donde tenían que recibir los
víveres y las municiones y poder evacuar sus heridos.
Ante
ello, Espartero retiró inmediatamente en barcazas la artillería a la orilla
izquierda, pasando después la fuerza restante y comenzó la construcción de un
nuevo puente más al sur y protegido de los embates del mar pero ahora bajo el
alcance de la artillería carlista, que también partió en dos el temporal. El
avance hacia Bilbao con caminos convertidos en barrizales hizo que Espartero se
retirara nuevamente el día 15 a Portugalete.
El día 17 llegó a Portugalete un refuerzo de tropas y una importante provisión
de víveres, dinero y municiones, tras lo cual Espartero se decidió a forzar
nuevamente el paso por la orilla derecha.
Se comenzó con la construcción de un nuevo puente, facilitando los comandantes
de los buques británicos balsas para realizar previamente el paso de la
artillería y parte de la caballería a la orilla derecha durante la noche del día 19 y el amanecer del 20,
mientras aquel se estaba terminando. Sería el comienzo del final de lo que ha
pasado a la historia con el nombre de la batalla de Luchana que dio paso a la
liberación de Bilbao el día 25 de diciembre de 1936 y que le valió a Espartero
el título de “Conde de Luchana”.
Tras
esta memorable batalla, llegaron a la Villa unos 500 heridos y como se carecía
de hospital los vecinos más acomodados ofrecieron sus moradas para instalarlos
como emergencia teniendo que afrontar nuevamente otro gravamen muy grande como
fue el de alojamientos. Los vecinos se dedicaron también a construir hornos de
panadería para poder avituallar a las tropas. La Corporación solicitó el
establecimiento de cuarteles de guarnición, por lo menos para poder albergar a
la mayor parte de los efectivos militares, dado que sus habitantes estaban
empobrecidos por los efectos de la guerra.
La
guarnición era de 1.900 hombres sin incluir los muchos soldados que iban de
paso en diferentes partidas, siendo en estos últimos años de la contienda el
responsable de la misma Carlos Chacón y Michelena, teniente
de un Batallón de Artillería de Marina, responsabilizándose de la artillería Nicolás
Chicharro y Leguinechea que mandaba también el cañonero Veloz.
Los munícipes de 1837 alertaban que dado que las
casas normales de la Villa soportaban del orden de 10 a 12 militares por
habitación, ante la llegada del verano dicho hacinamiento podría provocar una
grave epidemia. Lo que si consiguieron fue que el Ministro de Hacienda, tasase
y pagase el perjuicio producido en la iglesia que ascendió a la cantidad de
16.085 reales y 17 maravedíes.
En otro pleno del 16 de mayo de
1838, vuelven a exponer los graves perjuicios y penurias que habían sufrido,
con edificios que se habían venido al suelo o quedado en ruinas, y con
conductas desmesuradas que hubo que tolerar por no ser fácil atajarlas y ante
la escasa cosecha que ahora se recolectaba se les sisaba cerca de la mitad “sin que sus quejas bastasen a contenerlo,
porque a las veces se frustran a la astucia de los usurpadores, y es de temerse
que siga adelante este pernicioso
abuso”.
El fin de la guerra tuvo lugar
con la firma de lo que se denominó Convenio de Vergara, entre los generales
Espartero y Maroto, siendo decisiva la mediación del almirante inglés John Hay, jefe de la escuadra
británica que había sondeado previamente a los generales de los dos bandos para
conseguir el fin de la guerra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario