La pena de muerte en la horca se abolió en 1832 para ser sustituida por la muerte mediante el garrote. Este mecanismo simple y sencillo consistía en un collar de hierro atravesado por un tornillo acabado en una bola, que al girarlo causaba a la víctima la rotura del cuello. Pero ello dependía de la fuerza física del verdugo y de la resistencia del cuello del condenado. La experiencia demostró que no siempre sucedía así y la muerte solía sobrevenir por estrangulamiento que en algunos casos prolongaba la agonía del reo.
Este tema no es desconocido en la Villa y ya lo hemos
recogido en otras ocasiones al recordar las ejecuciones en el fuerte de San Roque en 1940.
Iñaki Unzueta a quien seguimos en dicho relato decía
que el verdugo era el burgalés Gregorio Mayoral, quien llegó con su pesada
maleta de madera con la
pieza de hierro necesaria para accionar la máquina de matar y que todo el mundo
conocía como “Garrote”.
En Wikipedia encontramos que el verdugo más famoso de la
historia fue Gregorio Mayoral Sendino nacido en Cavia (Burgos) en 1861,
que empezó siendo pastor, zapatero, peón de
albañil y soldado antes de ganar la plaza de verdugo en 1890, desempeñandolo durante 38 años, hasta su muerte en 1928. Así que no pudo ser el mismo.
Sin embargo revisando viejos ejemplares del Noticiero Bilbaino si encontramos que éste estuvo en la Villa. El 29 de noviembre de 1894 se había producido un crimen machista en Bilbao protagonizado por un joven de 32 años, Baldomero Ibañez, quien mató a su mujer y la arrojó a la ría. Dos años después a finales de año, tras el juicio en que fue condenado a muerte y a pesar de las numerosas peticiones de indulto (una de ellas era de Víctor Chávarri), Bilbao, donde llevaban 55 años sin presenciar una ejecución pública, vivió días de expectación, con la llegada desde Burgos del citado verdugo, a quien el diario lo cita como Juan Mayoral de 34 años.
Llegó en el tren, custodiado por una pareja de la guardia civil con su caja de herramientas y tras dejarla en la cárcel donde no quiso quedarse se hospedó en una casa de Zabalbide.
Al día siguiente 30 de diciembre de 1896, mientras en la planta baja de la cárcel se construía un patíbulo de madera con sillas para los asistentes, nuestro hombre se vino a conocer Portugalete que había estrenado su monumental Puente Transbordador, acompañado de la pareja de la Guardia Civil.
“Era bajo de estatura, regordete y con barba larga y poblada, vistiendo pantalón blanco y blusa negra y gorrilla del mismo color” y tras pasar el puente desde Las Arenas su presencia no pasó desapercibida.
La prensa no da detalles de su visita salvo uno muy
significativo, al señalar que “cuando
entró a almorzar en una casa de comidas de Portugalete, se negaron a servirle y
le sucedió igual en cuantos establecimientos probó suerte” y es que su figura
representaba la peor y más cruel de las profesiones y tal era el desprecio que
en alguna ocasión fue abucheado y apedreado
por el vecindario tras dar garrote a algún ajusticiado.
Un su biografía leemos que tenía
“manos de artista” y que se dedicó a
perfeccionar el instrumental para evitar infligir
un tormento adicional al condenado, después de que su primera ejecución resultara
muy costosa y con enormes sufrimientos. Según sus palabras, se
sentía orgulloso de haber conseguido “humanizar” el
“garrote”.
Su ajusticiado más famoso fue el
anarquista que asesinó a Cánovas del Castillo.
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