De este personaje que nos descubrió Rafael Lizarraga en su trabajo Boticas y boticarios de Portugalete, incluido en el tomo MISCELANEA PORTUGALUJA, y que Pedro Heredia lo señaló como fruto de una relación amorosa mantenida en una fugaz visita a la villa, de un importante gentilhombre de la Real Casa, servidor de Fernando VII, no disponíamos de un retrato a pesar de saber que Federico Madrazo le había hecho un dibujo cuando tenía 31 años.
Hoy Daniel Docampo que lo ha localizado nos lo envía con el siguiente texto biográfico:
Vicente Masarnau nació en Portugalete en 1803. Hijo del catalán Santiago Masarnau y Torres y de la cántabra Beatriz Fernández Carredano. Estudió bachillerato en el Real Seminario de Vergara y en el Instituto de San Isidro de Madrid.
Entre 1829 y 1830 fue director de las minas de Río Tinto. Se licenció en Farmacia y Filosofía en 1840 obteniendo la cátedra de Farmacia en el Colegio de Farmacia de Madrid y la de Química en Málaga y en Madrid en 1841, la de Física y Nociones de Química en 1843 y la de Física experimental en 1846. Fue miembro fundador y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1834) y consejero de Instrucción Pública (1852). Fundó en 1841 en Madrid junto con su hermano, Santiago, celebérrimo pianista y compositor, el llamado “Colegio de Masarnau” donde iba lo más florido de la juventud y donde se educaron personalidades tan célebres como Sagasta. Suponía un gasto considerable de matrícula pero adquirió mucha fama en su tiempo. Galdós lo menciona en Fortunata y Jacinta y en El doctor Centeno.
De tendencia liberal, siempre se destacó su bondad y su vasta cultura. En El Liberal del 31-07-1913 recordaban así a los Masarnau:
“Los dos hermanos Masarnau eran antitéticos: D. Santiago (que era el director verdadero), era pequeño de cuerpo, activísimo, gruñoncillo y muy tolerante; don Vicente era sencillamente un santo. Más espigado que su hermano, con tipo de capellán de monjas, se pasaba la vida dedicado a la música, en la que era muy entendido, y en su salón reunía a sus amigos y aficionados con los que dedicaba muchas horas a la ejecución de música clásica. Era sumamente cariñoso con los pequeños, y no salía sin acariciarnos o darnos algún regalito. ¡Dios le haya dado la gloria que merecía por bueno!”
Y José Somoza le describe en pocas palabras admirando “su honradez de temperamento, su sensibilidad oculta y su instrucción vergonzante” (A Cecilia. Visita de tus amigas a un cuerpo de guardia).
El penúltimo párrafo, esta equivocado. El de los dos hermanos que tenía fama de santo, era Santiago y no Vicente.
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