Revisando
los documentos y fotografías facilitadas por Carmen Careaga, pertenecientes a
su archivo familiar encontramos las diferencias que se produjeron entre Manuel
Calvo al regreso de Cuba y la Sociedad Recreativa la Unión, presidida entonces
por Placido Careaga, pues esta sociedad tenía su sede en el edificio
portugalujo del indiano que aparece en la foto de 1886.
Antes
de relatar estos incidentes hemos pedido a Roberto
Hernández Gallejones información de la citada Sociedad cuya evidente
referencia eran las sociedades decimonónicas inglesas.
La
UNION tuvo desde su fundación en 1876 su sede en el Hotel de Manuel Calvo con
un Salón General independiente de las habitaciones que ocupaba el arrendatario
del mismo y su familia y en cuanto alcanzó cierto auge tiró diversos tabiques
para disponer de un salón, al principio dedicado a juegos y luego a biblioteca.
Para
darnos una idea del tipo de sus socios, diremos que la comisión fundadora de la
Sociedad estaba presidida por Tomás José de Epalza, el banquero que años antes
construyera su mansión en el Muelle Nuevo con capilla dedicada a Santo Tomás y
entre los treinta socios fundadores estaban también Mateo Retuerto, Modesto
Borreguero, Siro Escalante, Julian Lejarreta, …
La
admisión de socios se hacía por votación, con bolas blancas y negras,
requiriendo mayoría absoluta.
Según
el art, 1º del reglamento aprobado en 1881, su objeto era el recreo y la
instrucción de sus socios siendo completamente ajena a todo fin político.
Como
hemos señalado tenía un salón para bailes, conciertos y conferencias, se
servían bebidas y se permitían juegos, exceptuados los del “azar y envite”,
jugándose al mus, tute, tresillo, malilla, solo, tres sietes, brisca, dominó,
damas, ajedrez, treinta y una, cuarenta y una, veintiuna, morito, chapó,
carambolas, billar y guerra, estando fijado el máximo que se podía jugar en
cada uno.
Tenía
un bibliotecario con carácter permanente, y estaba suscrita a diversos
periódicos, “teniendo especial cuidado de que los haya de todas las opiniones”
y “adquirir las obras literarias de más méritos”. Los periódicos políticos
después de leídos se guardaban encuadernados.
En fin,
que durante décadas constituyó el verdadero Casino de Portugalete
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