Tras los anuncios que recogimos ayer,
completamos hoy con algunos otros que nos ha enviado Txomin Hermosilla.
Sobre estas líneas aparecen los dos anuncios
de la pastelería de Larrañaga y su sucesor Mendizábal, y en la inferior
destacaríamos el anuncio de la recordada tienda de la Bota de Oro, que tuvo
durante medio siglo una gran popularidad, y que ni Javier Ortúzar, que añoraba
allí sus recuerdos de infancia, consiguió fotografías que nos lo recordaran.
Sobre estos dos comercios Jose Mª Areilza
escribió en sus Recuerdos de Portugalete, que publicamos en la Colección El
mareómetro:
La vieja zapatería de la "Bota de
Oro" despedía un tufo de cuero y cartón y sus dueñas, las hijas de
Timoteo, rivalizaban en simpatía y conversación. Enfrente, se hacían las
mejores "colinetas" del mundo con su pequeño mástil central de plumas
verdes y rojas emergiendo del pastel y rematado por una palomita; y la vieja
dueña, inmóvil en su sillón envolvía uno a uno, a velocidad pasmosa caramelos
de malvavisco que regalaba de vez en cuando a algún cliente.
Yo solía ir a la calle del Medio, a realizar
encargos de mi madre, acompañado por mi hermana, que me llevaba tres años. Se
vislumbraba allí, en las tiendas principales, una politización significativa.
El librero y la vendedora de telas eran monárquicos. El boticario y el
zapatero, nacionalistas moderados. La confitera, carlista. El dueño de los
almacenes principales, republicano. El de ultramarinos, socialista. A pesar de
mis pocos años, comprendí que aquélla era una pequeña villa dividida en
sectores políticamente hostiles. Y que la izquierda socialista, que leía El
Liberal por las mañanas, tenía, por la proximidad de las fábricas, un
considerable arraigo social. Los monárquicos tenían el apoyo del poder
gubernativo.
También recogemos el curioso anuncio bilbaino de Cualquiercosa, que ya hace muchos años, nuestro difunto amigo Gaizka Arostegui, llevaba siempre plastificado en la cartera.
Emblemática zapateria de los años 50 del pasado siglo,
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