El 6 de marzo
de 1878, se inauguró el actual cementerio de Pando, lo cual nos lo recuerda
José Luis Garaizabal, que ya en una entrada anterior nos habló del fin del
cementerio viejo que estaba tras la iglesia en Las Canteras.
Su aportación
de hoy es la siguiente:
Las reducidas
dimensiones del cementerio situado tras la iglesia, obligaron a localizar unos
terrenos para asentar el nuevo cementerio. No sería hasta 1877, cuando se
aprobó su situación en unos terrenos propiedad de Ignacio de Larrea (Cuatro
Estradas) y Juan de Durañona.
Tras haber
encargado un proyecto al arquitecto bilbaino, Severino de Achúcarro, este
entregó dos planos, uno con la portada y otro fechado el 15 de Enero de 1873 en
el que se plasmaba la planta del cementerio con sus zonas de enterramiento y el
diseño de la capilla. Los acontecimientos debidos al sitio carlista y los
consiguientes daños sufridos por la villa, obligaron a dejar el nuevo
cementerio en segundo plano, aunque en 1875 se retoma el asunto pero eliminando
de momento la capilla y la portada.
No es hasta
1877 cuando “por imprescindible
necesidad” se pone en marcha el proyecto y tras las
expropiaciones de los terrenos citados, se comienza su cercado con las tapias
que han llegado hasta nuestros días, incluyendo un cementerio para disidentes en su interior y la
erección de la portada.
Acabados estos
trabajos, se acomete la construcción del depósito de cadáveres y la cava de
todo el terreno, redactando las condiciones facultativas y económicas de la
capilla. Esta labor la realizó un nuevo arquitecto, Atanasio de Anduiza en 1879, pero en base al diseño de
Achúcarro.
El día 2 de
Febrero de 1878, se fijaron los actos para solemnizar la inauguración,
acordando construir dos ataúdes con el fin de conducir algunos restos del
cementerio viejo, “adornándolos con la decencia que de suyo
exige un acto tan solemne y que para llevar los lazos se les invite a los Sres.
D. Ramón de Durañona, D. Francisco de Carranza, D. Félix de Chávarri, D.
Remigio de Careaga, D. Timoteo Calvo, D. Antonio López, D. Dario del Valle y D.
Juan de Cabieces”.
Se invitó al
Cura Párroco, “para que haciéndolo
público, revista aquel acto toda la solemnidad debida y que señale la hora que
crea más oportuna”.
“Igualmente invitó a los Sres. Mayordomos de las Cofradías de San
Nicolás, San José, San Crispín, Nuestra Sra. Del Rosario y alumbrado del
Santísimo, por si tenían la bondad de facilitar las hachas de las respectivas
cofradías gratuitamente para el acompañamiento”.
El día 6 de
Marzo, “a las tres de la tarde,
se realizó el traslado desde la
Iglesia Parroquial, precedidos del Clero Parroquial, acompañado de esta
Corporación Municipal, hachas de todas las cofradías y la inmensa mayoría del
vecindario”.
“Enseguida de haber llegado, se colocaron dichos ataúdes frente a la
portada en ambos lados y penetrándose el Clero parroquial y fieles en el nuevo
cementerio, se rezó la letanía frente de la cruz que se hallaba colocada en el
centro, procediendo acto continuo a bendecir por el Sr. Cura Párroco, D. Manuel
Remigio de Urizar, que se hallaba revestido de preste. Terminada la bendición,
se volvió hacia la portada del expresado cementerio y se introdujeron en él los
dos ataúdes, uno en pos del otro en idéntica forma en que antes habían sido
conducidos y después de rezar las oraciones acostumbradas, fueron inhumados en
el segundo cuartel de la izquierda junto al camino que divide por el centro y
los dos cuarteles de aquella parte”.
Cinco años
después y cumplido el tiempo legal para la exhumación de cadáveres, se cavó
todo el cementerio viejo, trasladando los restos de los portugalujos fallecidos
entre 1809 y 1878. Para solemnizar este nuevo traslado, en 1883, se construyó
un panteón sobre el terreno en el que se inhumaron los dos ataúdes mencionados.
Hemos intentado localizarlo, pero solo queda la verja diseñada, rodeando dos
parcelas en la primera zona junto a la puerta de entrada, hoy al parecer
abandonadas (61 y colindante). Parece ser que pudo más el dinero de la venta de
los solares que el recuerdo de los portugalujos fallecidos en el siglo XIX y
que acabaron en la huesera y el panteón, vaya usted a saber.
Buena ocasión para recordarles, con una lápida
o algo más suntuoso.
A partir de ese año empezaron la conducción de los cadáveres hasta Pando, entonces en las afueras del pueblo, como muestra la foto de uno de ellos que encabeza estas líneas.
Publicado el 6 de marzo 2014
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