La anécdota que traemos hoy sucedió en febrero de 1930 con
motivo de una epidemia de gripe que azotaba a toda la provincia.
En el Archivo Histórico Municipal existe un expediente en el
que las autoridades se dirigen a “Ángel Berriatua propietario del Cine Ideal,
único cinematógrafo de la Villa, para que adopte medidas profilácticas
encaminadas a evitar la propagación”.
Como el cine funcionaba con sesiones continuas, se le obligaba
a que entre ellas “debía guardar media hora de separación y durante este tiempo
las puertas permanecerán abiertas y los huecos de ventilación, con objeto de
remover el aire del local y al mismo tiempo proceder a la desinfección de los
suelos del local con pulverizaciones de sulfato de cobre al cinco por ciento,
añadiendo esencia de eucaliptos, romero, pino o cualquier otra sustancia
aromática”.
Finalizada la epidemia, que duró tres semanas, se acordó
hacerlo todas las mañanas al limpiar el local.
Como no disponemos de fotografías del cine en aquellos años
anteriores a la guerra, recurrimos a programas de posguerra cuando el
propietario era Luis de la Fuente y al plano del proyecto del arquitecto Santos
Zunzunegui con la planta de butacas.
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