El monumento funerario que hoy en día
podemos contemplar en la capilla de Salazar, permaneció oculto por un altar
neogótico hasta que fue desmontado durante las labores de rehabilitación de la
Basílica de 1993.
En 1987, Loiola y Xabier Martínez Bilbao
realizaron un estudio del interior del altar al haber tenido noticias de su
existencia por el párroco, Txomin Bereciartua y el sacristán, Manuel Fernández
“Manolo”, consiguiendo fotografiar en una labor de “espeleología” parte del
monumento, pero sin tener acceso hasta el escudo pues se encontraba oculto tras
las dos imágenes yacentes, que en aquel momento estaban colocadas de pie dentro
del nicho. (ver BDP. Pinchar)
Esta capilla fue edificada, según una
inscripción que lucía al fondo del arco, que decía: “Esta capilla fue edificada
por D. Pedro González de Salazar y Dª Elvira Díez de Ulibarri, para trasladar
los restos de su padre D. Pedro de Salazar en 15 de Abril de 1532. D.O.M.” y
fue su hijo, Lope García de Salazar, quien construiría el monumento hacia 1580.
No es el momento de detallar el
monumento, pero sí nos vamos a centrar en los dos “putti” (querubines) sin
cabeza que sostienen un escudete, pues en él figuraba pintado, hasta la
restauración, el que yo creo que pudiera ser el escudo de Ulibarri.
Como se puede apreciar, la parte
superior del nicho y sus laterales estaban pintados en tonos ocres y azules,
que Juan E. Delmas calificó en 1884 como “embardunado de colores impropios de
aquel lugar” y de este color estaba pintado el escudete en el que lucían tres
elementos heráldicos, que algún autor ha definido como estrellas y que yo creo
que representaban tres pequeñas panelas, que son las armas de los Ulibarri.
¿Coincidencia?
Existe en Bizkaia al menos otro escudete
similar sostenido por ángeles, en Andra Mari de Galdakano, mostrando las armas
de los de Torrezabal grabadas en piedra.
Resulta extraño que hoy no figure ningún
escudo de Salazar, cuando como hemos visto y veremos, eran tan dados a mostrar
sus poder dejando a la vista sus escudos con las trece estrellas, pero tal vez
estuviera tallado en un retablo lateral que todas las capillas tenían de
espaldas al Altar Mayor y del que dio cuenta Rafael Ramírez de Arellano en
1898, diciendo que habría estado dedicado a San Cristóbal. Este retablo, como
muchos otros, quedaría arruinado con el tiempo y en su lugar figuraba una
leyenda en hierro forjado que pusieron sus nuevos dueños Benito Ea y Juana de
Retuerto y decía: “Rª Aº 1855 a Es De Dn Bº Ea y Dª Jª de Retuerto”.
Incomprensiblemente, a mi juicio, la
pintura fue eliminada del escudo y de casi todo el monumento, desconociendo si
se realizó un análisis de su antigüedad, ya que no parece existir una Memoria
de Obra en la que deberían haber quedado reflejados todos los cambios
realizados y el porqué de esas actuaciones.
Ya denunciamos la casi eliminación del
antiguo escudo de Salazar en el techo de la capilla situada en la nave opuesta,
y nos alegrábamos de que el operario parara a tiempo. Algo similar debió
suceder con la figura orante que vemos en esta capilla, que varios autores
creen que se trata de Pedro Salazar, a la que se comenzó a abujardar el
sombrero o boina que figura junto al libro, eliminándole parte de la
policromía.
Otro hallazgo realizado durante las
obras, fue encontrar en el féretro huesos de dos adultos y un niño, y una
pintura en una de las paredes del interior del mismo, en la que se muestra a
una persona contemplando un paisaje. Desgraciadamente, no se realizó ninguna
fotografía.
JOSÉ LUIS GARAIZABAL
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