La verdad es que es difícil darse cuenta
de los adornos ya que se encuentran a treinta metros de altura y hay que
levantar mucho la cabeza para percibirlos, pero gracias al zoom de las cámaras
digitales modernas hemos podido desvelar el detalle y ofrecérselo a todos
aquellos para los que había pasado desapercibido.
La linterna, la construcción con arcos
que corona la cúpula de la torre de Santa María presenta cuatro arcos de medio
punto y entre ellos hay labradas cuatro consolas ornamentales adosadas al
paramento a modo de ménsulas que están labradas con elementos vegetales y
rematadas con una especie de florón..
A diferencia de otros elementos de la
basílica, como las ventanas de la sacristía o los angelotes de la torre, estos
elementos son todos prácticamente iguales, si bien se perciben diferencias muy
notables en cuanto a su estado de conservación.
Esto nos permite cierta especulación
sobre la posibilidad de que el elemento más deteriorado pudiera pertenecer a
una linterna original, la que fuera abatida por los cañonazos del cerco
carlista de 1873 y el resto, mucho mejor conservado, pertenezca a la
restauración posterior de Casto de Zabala y Francisco de Berriozabal en 1886.
El elemento vegetal, igual en las
cuatro, tiene cierto aire a los pámpanos de las viñas cercanas que proveían de
“txakolin” a las sedientas jarrillas portugalujas. Quién nos iba a decir que
este símbolo báquico iba a presidir nuestra querida basílica.
Los elementos decorativos están muy bien
ornamentados y se pueden considerar obras bien trabajadas y de mérito, cuyo
único problema es estar situadas a una altura a la que no pueden ser admiradas.
En el frente tienen labrada una flor con botón central a modo de corola, con
cierto parecido a las del friso sobre las ventanas de la sacristía, que también
lo llevan, y el exterior de la zona circular tiene un dibujo con láminas
superpuestas que asemejan a una noria. Parece un derroche ornamentar tanto unos
elementos que a duras penas podían ser percibidos. Pero los de Portugalete…,
somos así de generosos.
Este modesto trabajo tiene la sana intención
de darlos a conocer y reivindicar su aportación a la serena belleza de nuestro
querido templo.
Javier López Isla
Al hilo de la ornamentación vegetal de las piezas adosadas a la linterna que yo, jocosamente, como acostumbro, digo que aluden al txacolí de la zona y a las jarrillas portugalujas... pero una amiga me ha hecho llegar este artículo tan interesante al respecto y que no me resisto a compartir con vosotros.
ResponderEliminarYo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador… Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien está unido conmigo, y yo con él, ése da mucho fruto: porque sin mí nada podéis hacer… Mi Padre queda glorificado en que vosotros llevéis mucho fruto y seáis discípulos míos” San Juan XV, 1-8.
Cristo con estas palabras anuncia la nueva relación que ha creado Él entre Dios y el hombre.
Por otra parte, la institución de la Eucaristía que Lucas, Mateo y Marcos han transmitido en sus Evangelios dio a la vid un sentido más profundo y trascendental, convirtiéndose en el símbolo de este Sacramento. En él, la sangre de la uva se asocia con la sangre de Cristo, convirtiéndose en testimonio de la Alianza Renovadora, de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres para Redimir a la humanidad.
Comenzó a representarse en el arte del primer Cristianismo con gran popularidad. Era lógico que en la época de la Iglesia perseguida tomaran elementos paganos para su nueva filosofía religiosa. Así, símbolos como la vid y escenas como la vendimia, propias del culto dionisiaco serán asociados con la Eucaristía y el Bautismo. Aparecerán en sarcófagos, mosaicos paleocristianos y mausoleos, y decorando importantes iglesias así como objetos litúrgicos. El nuevo Imperio Bizantino, producto de la eclosión del Imperio Romano, por sus raíces helenísticas y su religión Cristiana, adoptará en su arte el tema de la vid con toda su carga simbólica. Rávena ejercerá un papel en la transición de formas bizantinas, que tendrán importancia en el occidente europeo durante la Edad Media. Por ejemplo, un motivo muy utilizado será el formado por roleos de vid cargados de racimos que surgen de cráteras y sobre sus sarmientos pavos reales, simbolizando el alma que es capaz de transformarse, de regenerarse a través del fruto eucarístico de la vid.
En el arte Prerrománico destacan los sarcófagos aquitanos donde la vid ocupa grandes paneles, su cepa normalmente brota de una crátera, se ramifica y extiende sus sarmientos entrelazados, racimos y zarcillos en simetría y en relieve casi plano.
En España, tenemos varios ejemplos de representaciones de la vid en diversas escenas. El Sarcófago de Ithacio del siglo V, se encuentra en la Catedral de Oviedo y se puede ver una decoración de vides que crecen de una crátera y sus racimos son picoteados por pavos reales, muy similar a los sarcófagos encontrados en Aquitania.. Sarcófago del niño Ithacio (Catedral de Oviedo).
Otros ejemplos son más tardíos, de la segunda mitad del siglo VII y del arte Visigodo. Nos referimos a la ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas y la iglesia de Santa Comba de Bande, las cuales tienen frisos con decoración de vides alusivas a la Eucaristía 14. Hoja de vid y racimo de uvas (Santa Mª de Quintanilla de las Viñas y Santa Comba de Bande, respectivamente) En el arte Románico español la vid estuvo relativamente presente. Se encuentra el tema de la vid con relativa frecuencia tanto en el arte Oficial como en el rural. Su escasez numérica no debe ser entendida como la ausencia de simbolismo, sino a que en los programas iconográficos cluniacenses primaba otro mensaje, es decir, deben más importancia a los pecados carnales, a los vicios populares, a los terrores del Infierno, mientras que la invitación a la Eucaristía, la alusión a la regeneración del alma y a la inmortalidad quedaban en un segundo plano.
Clara Domínguez Fernández
Máster en estudios avanzados en Historia del Arte
Universidad de Salamanca