El contrabando en una villa
portuaria como Portugalete fue algo habitual a lo largo de su historia y así lo
recogió Zunzunegui en sus novelas y recuerdos. Como muestra recogemos este caso
que terminó en juicio en 1847 y que relatamos siguiendo las actas del mismo.
Todo empezó el 9 de
noviembre cuando se hallaba anclada en la ría la goleta SOTERA cuyo capitán era
Tomás Antonio de Goitia, y Ceferino de Urizar, en compañía del celador de
arbitrios y del médico fueron en una lancha hasta ella. Tras los trámites habituales
a su oficio (una especie de policía de aduanas del mar) al despedirse el citado
capitán le pidió al primero de ellos “que
le llevase por favor, bajo la capa que tenía puesta, a su casa un fardito. A lo
que le respondió que siempre que fuese cosa de contrabando, que no se
determinaba a llevarlo, por cuanto era un empleado y como tal no quería
comprometerse”. Goitia le dijo que no se preocupase aunque fuese
contrabando, “por tener amistad con el
sargento del resguardo”, que no le cobraría nada por pasarlo.
Estando así las cosas Urízar
decidió saltar a tierra con el capitán del buque y el celador. Poco después de
salir del barco, les dio alto el resguardo, y “preguntando qué era lo que contenía el fardo que llevaba”, Goitia
repuso que era de su propiedad, y que no llevaba en su interior nada más que 8
ó 10 vestidos para su esposa y sus cuñadas. El guarda o resguardo decomisó el
paquete, dando parte de ello, por lo que entonces intentó sobornarle con 24
duros, para que no llegase a oídos de los dueños, Mier, Ybarra y Compañía,
proposición que no fue aceptada por el guardia, llevando el paquete a su caseta.
Acto seguido el sargento mandó llamar al alcalde para informarle de todos estos
hechos y este mandó al alguacil, incoándose un expediente por el que se le
condenó con una multa de 701 reales.
El caso siguió adelante y ya
el 14 de enero tuvo lugar un acto de conciliación en la Casa Consistorial ante
el alcalde Pedro de la Bodega, que en aquella época poseía atribuciones de juez
de paz, comparecieron el señor Urízar, y el señor Goitia, con su hombre bueno
Telesforo de Balparda, todos vecinos de la villa, sin llegar a un acuerdo.
Con posterioridad, tras
ciertos tiras y aflojas, pues Urizar se sentía engañado ante una actuación de
mala fe, se convino en que Goitia le pagase 320 reales, sin que pudiese
argumentar más derecho para otra reclamación. Se dejó constancia por escrito de
todo el litigio, firmando la totalidad de las personas intervinientes en dicho
juicio.
Roberto Hernández
Gallejones
El artículo
original completo se puede leer en la
No hay comentarios:
Publicar un comentario