Han pasado más de dos años desde que en una entrada
de este blog recogimos el EL SOS DE UN PORTUGALUJO: LA VIDA ES UN DERECHO, NO UNA OBLIGACIÓN, a
petición de nuestro amigo Txema Lorente.
Empezó entonces una larga lucha para conseguir que se aprobara una ley que despenalizara la eutanasia, cogiendo el testigo de otros que antes que él habían pasado por su misma situación empezando hace 33 años por Ramón Sampedro, tetrapléjico que se suicidó tras una larga batalla judicial para que se le ayudara a morir. Esta semana se ha aprobado la ley que convierte a España en el cuarto país que regula la eutanasia.
Recogemos hoy la enorme emoción de Txema: “A
partir de ahora cada individuo para a ser libre para decidir cómo quiere vivir
y como quiere morir.”
Por nuestra parte incluimos la ficha que publicamos en su día enportugalete.com, en el Diccionario biográfico portugalujo con el siguiente texto:
Con 63 años le diagnosticaron alzhéimer,
una enfermedad que había vivido durante años en la persona de su madre y que
conocía muy bien, por lo que tras un tiempo de desconcierto y pánico, comenzó
su lucha contra la enfermedad mediante todo tipo de clases y ejercicios que
ralentizaran su evolución. Consciente de que no podría ganar la batalla firmó
sus voluntades anticipadas para que en el momento de que no conociera a los
suyos y no pudieran eliminar sus dolores le ayudaran a marchar.
Por su parte su marido fue recogiendo
esta última etapa en unos Relatos de un
cuidador enamorado, con la intención de aportar una visión positiva que
ayudase a los que tuviesen que vivir esta situación. En sus últimos meses de
vida ya con un gran deterioro físico comenzaron a recoger firmas para que su
deseo se pudiera hacer legal y su hijo Danel realizó un documental, La promesa, que fue premiado en
certámenes de todo el mundo.
Su campaña, con gran repercusión
social, a favor de la despenalización de la eutanasia, en la que el
Ayuntamiento fue el primero de Euskadi que se posicionó a su favor, llegó al
Congreso de Madrid, que en 2021 aprobó la ley, siendo, en aquel momento, el
sexto país del mundo que lo hacía.
Como aportación a la ciencia en sus estudios de investigación para la cura del alzhéimer su cerebro fue donado al Hospital de Vitoria-Gasteiz.
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