jueves, 18 de marzo de 2021

LA ENCINA DEL CAMPO DE LA IGLESIA Y LAS REUNIONES DEL CONCEJO

  


Con motivo de la plantación de la encina del Campo de la Iglesia con motivo del PORTUGALETE 700, han surgido diversas opiniones al respecto por lo que hemos creído conveniente recurrir a Roberto Hernández Gallejones, Archivero Municipal, y máxima autoridad en la Villa sobre estos temas, recabando su opinión que llevaremos al siguiente número de Cuadernos Portugalujos que estamos preparando. Para ilustrar la entrada Andoni Maseda nos ha tomado dos fotos de la misma, que esperamos poder sustituir en la próxima publicación con otra sin las llamativas vallas amarillas y (en esto hacemos un llamamiento a quien corresponda) retirando un poco el ecológico pero antiestético contenedor de basura. 

       La arbolatría o el culto a los árboles, como potencia de carácter mágico o religioso es algo universal. En Europa y sobre todo en Europa occidental existe desde tiempo inmemorial. Es ampliamente conocida la alta consideración que los pueblos precélticos y célticos tuvieron por el bosque y la vegetación en general. La zona poblada por las especies arbóreas, sobre todo, pero también los arbustos, el sotobosque y las plantas en general presentan un fuerte componente mágico-religioso. No es extraño pues, que las reuniones de carácter tribal, para sancionar las decisiones políticas, militares o de otro tipo necesitaban el poder suministrado por un árbol o árboles sagrados. Enunciar los ejemplos de esto sería interminable.

       Por tanto, estamos hablando de un hecho que no es exclusivo del ámbito vasco. De todas formas para poder bucear en la documentación medieval y desentrañar estos asuntos, es preciso poder leer letra antigua y conocer  las partes en las que se divide un texto antiguo, cosa esta que no todos los medievalistas y menos los aficionados pueden acometer, ya que se trata de una disciplina de tipo universitario superior.

       En el caso portugalujo, nuestros antepasados en las ocasiones de los concejos abiertos o reuniones de carácter extraordinario (en los que participaban la Corporación y los cabezas de familia), solían hacerlo al lado de una encina, a toque de campana repicada, normalmente a la salida de una función religiosa. Esto se hacía en ocasiones muy contadas de tipo solemne, como por ejemplo, cuando a principios de año se renovaban los cargos de la Corporación, pero no siempre. Con el paso del tiempo y al crearse una Casa Consistorial o casa concejil, esta costumbre desapareció. Antes de la edificación de la primera casa de ayuntamiento, cuyas obras se remataron en 1582, nuestros munícipes se congregaban para sus reuniones ordinarias y otras más relevantes  en la casa diputada, es decir en una vivienda del alcalde, o de algún otro de los corporativos.

1 comentario:

  1. Efectivamente, la costumbre de pueblos celtas y preceltas de reunirse bajo un árbol, formaba parte muy importante de sus creencias y cosmogonía espiritual. No es descartable que los vascos participaran de las mismas creencias.
    Para el caso portugalujo sin embargo, hay que hilar más fino. En otro comentario ya dije que, hasta donde sé, la única cita expresa a una reunión del Concejo junto a una encina, data del 26 de febrero de 1514, y se hizo por orden del Corregidor de Vizcaya. Es una fecha demasiado tardía como para suponer que se trataba de una costumbre "inmemorial". Menos teniendo en cuenta que todas las reuniones anteriores y posteriores se hacían en una casa de algún vecino de la villa.
    El Mareómetro actúa con buen criterio a la hora de cerciorarse de tal evento, y qué mejor que hacerlo con el archivero el señor Gallejones, que quizá pueda arrojar más luz sobre el asunto. Mientras tanto, en mi humilde opinión no se debería institucionalizar una costumbre aún no suficientemente documentada.

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