Pero donde había variedad sonora era
como consecuencia de la venta ambulante. La Villa a principios del siglo XX, captaba
visitantes de todos los pueblos circundantes y hasta de Bilbao venían en el
tren, a su concurrido y bullicioso “Mercado Dominical”, que llenaba de puestos
sus calles y los comerciantes portugalujos abrían también sus negocios de 9 a 2
de la tarde. Aquel mercado acabó antes de la guerra, pero el tipismo continuó
por las calles.
Los “consejos
comerciales” de los diferentes vendedores ambulantes eran y son lo más
recordado. Por las calles pregonaban los mieleros-queseros con su dulce
mensaje: “¡Mieleeeero, buena miel, de la
Alcaaaaarria, miel!” o el chatarrero con su: “¡Trapeeero, laneeero, chatarreeeero, se compra toda clases de chatarra,
trapos, metales, lana vieeeeja!”. Los chavales encargados de vender los barquillos
que llevaban en aquellas enormes bandejas y su plástico protector, pregonaban
por calles y playas: “¡Parisiéeeeen, al
rico Parisién!”. La chavalería se congregaba en torno al bombo del barquillero
que anunciaba: “¡Al barqui, barqui!”
y el sonido de la ruleta “¡claclaclacla!”al
chocar con la carta que hacía de tope, nos embobaba a todos. Los vendedores de
pirulís anunciaban sin cesar: “¡Pirulí de La Habana, el que no lo compra, no
se lo jama!”, “¡Al rico pirulí de la Habana, de limón y menta!”. Los
ciegos se encargaban de tentar a los viandantes o a los clientes de las tascas:
“¡Para hoy, para hoy, la suerte para hoy!”,
”¡Tres iguaaaales para hoy!”, mientras Isidoro con su bandurria pedía por
los bares una ayuda para sacar la familia adelante.
Los vendedores de
prensa vespertina con su “¡Hieeeerro,
diario de la tarde, Hieeeerro!”. A las del Liberal no las llegamos a
conocer, pero dieron pie a ser recordadas con un canto: “¡Soy, señores, la chavala, la que vende El Liberal, …!”. En
temporada de fríos, como los de ahora, plantaban su puesto las castañeras que
anunciaban sus castañas con el aroma inconfundible y su pregón: “¡Castañitas, calientes!” al que
contestaba la chiquillería: “¡Pa’las
viejas que no tienen dientes!”. También recorría nuestras calles, Rebolé
con su caja de galletas: “El
galleteeeero!. Durante los partidos de futbol en La Florida un vendedor pregonaba
con su cesta o su balde con hielo: “¡Hay
piñones y chicle, hay Chester!”, “¡Hay
Fanta y Coca Cola fría!”. Por el pueblo susurraba discretamente otro que
vendía condones: “¡Hay gomas para
paraguas, para paraguas gomas!”.
A todos estos “negocios” había que
añadir al trotamundos afilador gallego que con su carromato y chiringa
anunciaba su llegada a la calle con su dulce son: “firulíiiii, firulí” y su spot publicitario: “¡Aaaafiladoooor, se afilan cuchillos, navajas, tijeeeeras!”. No
podemos olvidar al multitarea lañador-latero-estañador-paragüero que reparaba
lo mismo los paraguas que los baldes de zinc, las cazuelas o los pucheros que
“perdían”. Pregonaba: “¡El paragüero ha venido, el paragüero se va, y quien
no tenga paraguas si llueve, se mojará!. Otro antiguo sonido popular fue el del
pregonero que tras tocar la corneta dorada, como la del basurero, comenzaba: “Por oooorden del señor alcalde, se hace
saber….”. Los chavales les solían cabrear con aquel maledicente: “¡Mamá,
mamá!, ¿por qué, papá, papá, mató al preeegonerooo?”. Nosotros
fuimos ya de bandos en tablones de anuncios, postes, etc.
José
Luis Garaizabal Flaño
(seguiremos con otros sonidos
callejeros)
En el tunel de Vallecilla (subiendo a la derecha) había un paragüero (años 50-60).
ResponderEliminarMe acuerdo.
EliminarYo no he llegado a escuchar la mayoría de los sonidos que se explican en esta entrada, pero sí recuerdo los del chatarrero y el afilador. A los que habría que sumar: "Ha llegaaado el patateeerooo... Se venden pataaatas". Era un hombre que venía en un camión y no le faltaban clientes
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