A Hernandorena le tocaba
la papeleta de convencer a su tripulación de que se quedaran en Chipre a cuidar
y mantener el barco en buen estado. Entre los españoles de los
"Panes" estaban también Rafael Inda, Salvador
Miralles, Alejandro Coto,
Víctor
Gangoitia, Hilario Erkiaga, Hilario Zarragoitia y
Santi Zumaran. Dov Magen, que viajaba en el Pan Crescent, dejó escrito que
"el ambiente era hostil, había poco combustible, poca electricidad, poca
calefacción y una seguridad difícil de controlar. En esas condiciones las
máscaras caían rápido y en el Pan Crescent la tripulación italiana abandonó.
Steve en el Pan York ejercía una autoridad incontestable. Los españoles se
quedaron". Dicen que, además, los vascos entregaron sus salvoconductos
franceses para que fuesen usados en la emigración clandestina.
Convertido en Capitán
Steve, Esteban Hernandorena era ya un héroe entre los pasajeros y la
tripulación del Pan York. Y no tardaría en serlo en un nuevo Estado. Después de
que Israel declarara su independencia en mayo del 48,
los "Panes", sin recibir respuesta de las autoridades a las que
intentaron contactar, comenzaron a transportar a judíos de los campos de
refugiados de Chipre a Haifa.
"Por lo que a mí
respecta, nunca había pensado quedarme en Israel, pero no tenía ningún otro
hogar", admitiría después Hernandorena. "Conocí a mucha buena gente y
la vida de los kibbutz me parecía
interesante, así que me quedé".
María Pilar recuerda
despedirse de su maestra en México y la
pregunta de esta: "Pero, ¿sois judíos?". También que lo único que
sabía de esa gente era que escribían al revés. "Para nosotros nuestro
padre se había ido a trabajar y era normal vivir con nuestra madre",
incide.
Quizá por eso, la utopía
socialista de un kibbutz al
que se tardaba medio día en llegar desde Haifa no gustó a todos. "Mi madre estaba un poco harta y en contra
del criterio de mi padre, nos fuimos del kibbutz.
Empezamos a asistir a un colegio de monjas".
De aquella etapa, la
mayor de los Hernandorena recuerda que camino de la escuela católica los niños
ortodoxos a veces les tiraban piedras, que le costaba mucho que pronunciasen
bien sus apellidos vascos (¡hasta doce!), que ella también quiso ser capitán de
barco pero no pudo por ser mujer, que la comunicación era fácil gracias al
ladino hablado por los sefardíes y que coleccionaba estampitas de santos con
dedicatorias de las compañeras de clase. Por desgracia, su padre se aseguraba
de que todas estas acabaran en la basura. "Era ateo y rompía todas las estampitas. A mi hermano y a mí nos habían
bautizado en España, a escondidas de mi padre. Y cuando nos prepararon para la
comunión, tuvimos que mentirle".
Enemigo de la
iconografía religiosa, no se olvidaba de sacar al balcón la bandera republicana en cualquier festividad. "Y todo el mundo pensaba que era la de
Rumanía". Se la habían regalado en México con las iniciales C. M. de
la Compañía Marítima y reunía así sus dos pasiones: su espíritu socialista y el
mar. Su hija Rosario (Txari) lo dejaría
dicho en BIL: "Era
muy vasco y muy republicano español".
María Pilar, sin embargo,
recuerda que el compromiso político de su padre se fue apagando con el tiempo.
"Después de México no le volví a oír
hablar de política y nunca más se afilió a ningún partido. En Israel era muy
amigo de una catalana llamada Ramona Frevich,
casada con un brigadista internacional y muy involucrada en el partido
comunista allí. Intentaron convencerle muchas veces y siempre dijo que no.
Nunca dio razones. No sé si estaba defraudado, cansado o mayor. Mantuvo un
espíritu socialista, pero le interesó más el mar".
Esteban Hernandorena
murió un día de los santos inocentes de 1965. Le hicieron una misa de cuerpo
presente en el monasterio del monte Carmelo y durante la ceremonia Ramona le
susurró a María Pilar: "Si tu padre
se levantara, nos echaría un mecagüendios".
Hoy, la hija ríe: "Era su palabra
favorita".
"Mi padre fue muy duro como padre, pero una
persona muy humana. Era el mayor de seis hermanos, hijo de una lechera y un
marinero. Se hizo a sí mismo porque quiso salir adelante. Tenía esa ambición
que pocos tenían entonces. Y ayudó a los judíos porque, como exiliado, a él le habría gustado que le ayudaran a
volver a casa", reflexiona.
En esa casa, su nombre
circuló por primera vez en el programa de fiestas de Portugalete de 1997 bajo el título de
"portugalujos en el olvido". El Ayuntamiento solucionó el agravio con
rapidez, dedicándole a Hernandorena una nueva calle ese mismo año. Caprichos
del destino, diez años después, un blog local comprobó
que al contrario de lo que se había dicho ampliamente hasta entonces,
Hernandorena había nacido unos siete kilómetros más allá: en Muskiz.
Y así, a orillas del mar Cantábrico y a los pies del monte Serantes, a 3.500 kilómetros de la calle Capitán Steve de Haifa, se encuentra hoy la Calle Esteban Hernandorena. Pero como dice Rubén Las Hayas, autor del blog que desveló la partida de nacimiento, "también hay una calle de Cristóbal Colón y él tampoco era portugalujo".
Publicado en el
periódico Público
Claro que sí, hombre. Por eso tenemos también una calle dedicada a Juan de la Cosa. ¡Es que los portugalujos nacen donde quieren!
ResponderEliminarLos portugalujos , nacemos en Portugalete .
ResponderEliminarLos que nacemos donde queramos , somos los vascos .
Aunque nazcanos en una reserva siux, seguiremos siendo vascos .