Hay una
tendencia a recopilar entre los personajes que nosotros estamos historiando a “MUJERES
ILUSTRES PORTUGALUJAS”.
Nada más lejos
de nuestras intenciones. Las mujeres y los hombres que desfilan por nuestro diccionario
biográfico nos reflejan los 700 años de historia de la Villa a través de la vida de personajes sencillos
o potentados, ostentando altos cargos en la sociedad o los más humildes, héroes
o villanos, y sin ninguna exigencia de méritos para poder figurar en el citado
libro.
Este es el caso de
Sancha de Pando, la referencia más antigua de una mujer al frente de un
establecimiento comercial, la rentería, y a pesar de que pudiera
parecer un trabajo de hombres es uno de los más destacados que se dieron entre
las portugalujas, de aquellos siglos XV y XVI, pues su arrendamiento era el más
importante junto con el del azoque. En su lonja se cargaba y descargaba,
pesándolo y almacenándolo, todo el hierro, acero, herraje, clavo, vena y otros
artículos que entraban en la Villa, garantizando así el control municipal al “cobrar
los derechos al dicho peso debidos por el fierro e azero que a la dicha villa veniere”.
Casada
con Juan Saes de Pando lo llevó como negocio familiar durante dos
décadas, arrendándolo por primera vez en 1482,
tras haberlo tenido el año anterior Mencía, la hija de Juan de Salazar. El 1 de
abril de ese año firmó el primer contrato su esposo, en 1486 lo haría ya ella
en casa del alcalde y en 1497 tras quedarse viuda siguió al frente del negocio,
donde todavía aparece firmando el arriendo del año 1503, comprometiéndose a
seguir sirviendo la rentería “bien y fielmente” y pagar la renta debida,
“para lo cual obligóse con su persona y bienes de lo así cumplir y pagar”.
Al parecer estaba implicada toda la familia
en el negocio pues el año 1501 firmó su hijo Juan Pando, en 1506 su hija
María de Pando y todavía tres décadas después, en 1536, Marina de Pando
quizás de la familia.
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