Los actuales pescadores
portugalujos son herederos de aquellos que durante siglos, desde el comienzo
del villazgo, se asomaban a nuestra ribera y echaban sus cañas de pescar y sus
anzuelos, dispuestos a llevar algunos peces a casa. Luego vinieron otras artes
de pesca, barcazas a motor, redes más grandes, el palangre, etc. Hoy día no es
la necesidad lo que conduce a estos pacientes hombres a los muelles
portugalujos, pero su presencia nos invade de un sentimiento entrañable,
profundamente típico de nuestra localidad marinera.
Me acerco a Félix, uno de los
pescadores que nunca falta a su cita con la ría, y entablamos una amable
conversación. Según me cuenta, hay compañeros que permanecen en su puesto desde
las 10 de la noche hasta las 10 de la mañana. Félix por su parte, lleva en el
muelle de La Canilla desde las 5 de la madrugada, y espera marcharse a las 12
del al mediodía, si tiene suerte.
Le pregunto qué clase de
pescado se pesca en las aguas frente al Solar, y me cita una larga lista de
peces (bastantes más de lo que pensaba): salmonetes, mojarras, aringorris,
lubinas, erlas, brecas, pispirutos, morrudas –“que es la reina de las
mojarras”, me dice- algunas doradas (“¡una vez pesqué una de casi dos
kilos!”, afirma orgulloso un compañero de Félix, que se une a la
conversación), sepias, jibias…. De vez en cuando llega algún pez tropical
despistado, como peces-ballesta. Una variedad de especies impensable hace tan
sólo 30 años.
Me cuenta que “a veces
nos hacen la puñeta, porque echan las redes en el Abra y sólo llegan a
Portugalete los peces más pequeños”. Supongo que es la misma trifulca que
los pescadores portugalujos llevan manteniendo durante siglos con los que viven
en Santurce o Algorta. La misma sempiterna lucha por llevarse a casa las
mejores piezas. Y me resulta totalmente encantador.
Aitor
González Gato.
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