La próxima celebración
este fin de semana de PORTUTALENTO 2024, y el hecho de que yo tenga que participar
hablando sobre el Mareómetro, así como la edición de una bonita tarjeta anunciándolo,
con nuestro amigo “Faneca” delante del mismo, me obliga a hacer esta entrada.
Añado debajo, tras la
pasada FIESTA DE LA VENDIMIA, otra vista de la Jarrilla más antigua que
se conserva en la Villa, en la Cofradía de Mareantes de San Nicolas, pues es el
segundo elemento que mejor representa nuestra historia.
El primero es nuestro
patrimonio industrial más antiguo y único en su género en el mundo, por lo
que es la representación mas genuina de nuestra historia.
Debemos recordar que
cuando se fundó la primitiva puebla portugaluja, los barcos que subían hasta el
primer puerto de Ugarte en el Galindo naufragaban aquí en la entrada y había que
prestarles ayuda a los náufragos, desde darles comida y cobijo, y hasta recuperar
sus mercancías de naufragio. Su gente ofrecía además el servicio de atoajes ayudando a
los navíos a sortear la barra.
El motivo por el que
el primer poblado fuera luego declarado Villa, fue el puerto, y desde las
primeras Ordenanzas Municipales se preocuparon de reglamentar los servicios
relacionados con el mismo, ya que era su razón de ser. Y ya en el siglo XV se
reglamenta el trabajo de los pilotos lemanes, los modernos prácticos, concediendo su titulación
especifica. La historia de nuestra VILLA MARINERA va
unida a la mejora de la entrada de la ría construyendo muelles y luchando
contra la barra y su gente, expertos marinos, no pescadores, se centraron en la
navegación mercantil, siendo su flota en algunos siglos la más importante del País.
(El galeón del escudo municipal lo recuerda).
Como ayuda del piloto
mayor, que desde 1824 disponía de una desaparecida torre para resguardarse y dar
desde ella sus señales a los navíos que entraban y salían por la ría, se colocó
en octubre de 1883 el mareómetro, que medía en cada momento el nivel de las
mareas (solían variar desde 1,24 en las mareas muertas hasta 4,60 en las equinocciales),
convertido en un singular elemento decorativo urbano cuya aguja de la esfera
que mide la marea se mueve mediante un mecanismo de piñones y cadenas en conexión
a un flotador.
La Villa complementó
esta actividad marinera con la explotación vinícola de sus extensos viñedos que
se extendían por todo su territorio y que duró hasta finales del siglo XIX, por
lo que sus oriundos se enorgullecen de su VILLA JARRILLERA.
Que la Autoridad
Portuaria, responsable del Mareómetro, transfiera ya su mantenimiento, como
tiene prometido, a la Cofradía de Mareantes de nuestra Villa, para acabar con la
vergüenza que representa la desidia de tener nuestro patrimonio industrial
más antiguo y único en su género en el mundo, estropeado, sin funcionamiento
desde hace mucho tiempo y si la memoria constructiva resaltaba la colocación
de tres piezas decorativas en la esfera como eran los dos
“botones” a cada lado y la “bola de coronamiento” en su parte superior, hace tiempo también que perdió uno de los “botones” sin que se preocuparan de reponerlo.
Por cierto que la imagen del mareómetro no tiene ninguna relación con la actividad de los pescadores, con sus redes, que hemos conocido en el siglo pasado, como fueron los palangreros.
En cuanto a aparición
de la jarrilla del siglo XVII, con una forma distinta de la que normalmente se
utiliza, sería oportuno adaptar este modelo a las nuevas jarrillas portugalujas
que se hagan, como muestra de singularidad local, salvo que los estudiosos
opinen otra cosa.
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