Siguiendo con
las muestras clasistas de la religiosidad que se daban todavía después de la
guerra en nuestra Villa, Tasio Munárriz
analiza hoy la presencia de las familias pudientes en la basílica o en las
funciones religiosas.
En la Basílica
las capillas laterales las habían pagado desde su construcción las familias
ricas, que las utilizaban para enterrar a sus difuntos y asistir a los actos
religiosos en su interior. Su propiedad había pasado por herencia o venta a
otras familias, que todavía en la posguerra las tenían cerradas con una verja
de hierro para su uso particular.
En concreto
los Retuerto tenían la llave del candado de la cadena de la capilla de Nuestra
Señora de los Dolores, la primera a mano izquierda. Dejaban la llave a sus
conocidos para sacar un reclinatorio con el fin de asistir a misa desde fuera y
a la “Santera” Casilda para limpiar la capilla. El término “Santera” no se
utilizaba en Portugalete con el significado que se da en Sudamérica a los
santeros, que tienen un gran prestigio entre la gente supersticiosa. En nuestra
Villa era la que cuidaba un santuario, según el diccionario de la RAE.
Muchas
familias tenían su reclinatorio particular con sus iniciales grabadas con
chinchetas en su parte superior. Pero los utilizaban todos los que querían. En
el museo parroquial hay dos ejemplares de reclinatorios.
Algunas
familias tenían una capilla en su propia casa con derecho a un capellán, como
los Vicuña y los Salazar. En el museo se conserva el altar y el retablo de
Miren Vicuña (foto inferior derecha).
En 1943 se
celebró en el Arciprestazgo de Portugalete un Congreso Eucarístico con la
participación de miles de fieles de los pueblos vecinos en la Villa. Los dos
presidentes del Congreso fueron el arcipreste Angel Chopitea y el marqués de
Triano, Víctor Chávarri Anduiza, sobrino de Víctor Chávarri Salazar, el del
monumento de la Plaza.
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