Con 700 años de historia nuestra Villa tiene que tener
capítulos dedicados a todas las etapas que ha vivido la civilización europea y
una de ellas ha consistido, aunque siempre se ha intentado pasar por encima de
puntillas, el comercio y tráfico de esclavos que encontramos perfectamente
documentado desde los siglos XVI hasta principios del siglo XIX.
El comercio con América en que muchos portugalujos tomaron
parte activa mantuvo siempre esta parte denigrante del tráfico humano y la
esclavitud, significando la compra de un esclavo una clara muestra de prestigio
–el general Vallecilla solía acompañarse de un esclavo negro- y una inversión
segura.
Si tenemos que poner como referencia a un portugalujo este
sería Hortuño de los Hoyos, importante comerciante del siglo XVI, que también
se dedicaba a la captura de esclavos en la zona africana para desde Cabo Verde
abastecer a los encomenderos de México y Santo Domingo.
En 1535 era socio de Juan de Urrutia, balmasedano, que establecido
en México con importantes inversiones en minería, e industria naval, incluido
el comercio de esclavos se había hecho en diciembre de ese año con una licencia
de Carlos V para llevar esclavos negros desde África hasta Veracruz. Correspondiendo
a esa licencia real consta uno de sus viajes a Cabo Verde en 1536 para llevar
55 esclavos a Urrutia.
Por lo general las referencias de estos negocios no son
frecuentes, exceptuando su reflejo en los testamentos y cuando se solicitaba el
pase a Indias, así encontramos las siguientes referencias:
A comienzos del siglo XVI el capitán Peruchete de Salazar,
vecino de Portugalete y de Bilbao, solía acompañarse de dos negros, llamados
Diego y Antón, a los que se denomina como “sus negros”
El galeón “La Trinidad”, de Coscojales, hundido a mediados
del siglo XVI a su salida de Sanlúcar de Barrameda, transportaba cierto número
de esclavos, tal y como declaraba uno de los testigos presenciales, llamado
Diego de Amaya, señalando que tras el naufragio se sacó “...toda el agua y
pasajeros y esclavos y sus cajas que la dicha nao tenía dentro”.
En el año 1558, la nao Trinidad, propiedad del portugalujo
Juan de Herrada, con destino al puerto de San Juan de Ulúa en Nueva España, con
mercancías y pasajeros, llevaba nueve esclavos y cuatro esclavas.
El año 1579 el capitán portugalujo Gregorio de Ugarte
solicitó, y se le aceptó, licencia para poder llevar 50 esclavos negros a Nueva
España libre de derechos.
El comerciante portugalujo, Gonzalo de Uria, pasó al Perú en
el año 1614, en un galeón de la armada real, asistido por un criado aragonés,
llamado Joan Cerbera, que le servía como cajero, y por un esclavo negro,
llamado Juan, “de edad de diez años, poca
frente y hundida”. Era el segundo viaje de Uria, en el anterior había
vuelto con dos esclavos negros y disponía de licencia para regresar al Perú con
ellos, sin embargo lo hace únicamente con el citado Juan: “es notorio, digo, que su majestad por esta su real cédula que presento,
me da licencia para volver al Perú y llevar en mi servicio dos esclavos negros
que de allá traje, de los cuales no vuelvo sino el uno, nombrado Juan...”
El año 1734 el portugalujo Simón de Lezama, pasó al Perú,
para hacerse cargo de la gobernación de la provincia del Choco, acompañado de
su esclavo negro llamado Diego Cayetano “negro
de nación, color atezado, buen cuerpo, de edad de veinte y un años, esclavo
suyo propio, como parece de la escritura de su venta que exhibo....”
En 1798 el portugalujo Luciano de Lopategi, sobrecargo de la
fragata Witerbos, solicitó fletar para colonias extranjeras “o para el comercio de negros”.
Simón de La Valle y Cortés obtuvo licencia para llevar 2.000
negros bozales de África hasta Montevideo (real orden 16 de abril de 1798).
No nos adentramos ya en el siglo XIX, aunque debemos
recordar que nuestro indiano Manuel Calvo, en 1856 tenía trabajando 220 esclavos
en su ingenio azucarero Esperanza, hasta que tres décadas después España abolió
la esclavitud.
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