Cuando empezamos esta serie de entradas ya apuntamos que la
construcción de las viviendas se produjo en unos años en que el desarrollo
industrial en la zona había agravado enormemente el problema de la vivienda
entre la gente obrera.
Construidas con la protección oficial del Instituto Nacional
de la Vivienda, en su Plan Nacional, en una situación general de escasez de
materiales constructivos, como el hierro, o el cemento, se produjo un
consecuente empeoramiento de los materiales constructivos y el descenso de la superficie
de las viviendas.
Pero no solo se construyeron con elementos de baja calidad
sino en un clima de tolerancia municipal, al no poder frenar el proceso
migratorio, que dio prioridad a la construcción de viviendas frente al
equipamiento de instalaciones sanitarias y de equipamientos y servicios
municipales.
Ahora nos parece imposible que se concediera el permiso de
habitabilidad sin haber pedido todavía la toma de suministro de agua potable y
a la red general de saneamiento. Pero así era, y hay que recordar que hasta esa
década no había sido obligatorio la correcta ejecución de las instalaciones
sanitarias.
Todo este preámbulo quiere enmarcar la situación que propició
que algunos se refirieran al barrio como del “candil” ya que durante los
primeros meses no dispusieron ni de luz ni de agua, aunque ya hubo algunos que durante
las lluvias, el agua les entraba en forma de goteras teniendo que buscar otra vivienda.
Una de las portugalujas que vivieron esa experiencia fue Regina Fernández Larrain, que en
entradas anteriores nos ofreció sus recuerdos portugalujos del Muelle Viejo, y
que dotada de una evidente vena poética compuso la poesía que encabeza esta
entrada y que figura entre las canciones del repertorio de Los Barbis.
Suponemos que los que vivieron dicha situación dispondrán de
un buen repertorio de anécdotas ante la falta del agua y luz en su vida diaria.
Adita, la hija de Regina, nos recuerda que la noche que dieron la luz, con
todas las habitaciones de la casa encendidas, el barrio fue como la inauguración de un árbol navideño.
Y siguió el problema de la luz porque las bombillas de las farolas se estropeaban y no se reponían y llegó
ResponderEliminarun momento, avanzados los 60 que no quedaban farolas que alumbrasen y hubo varios casos de agresiones sexuales o intentos a chicas que volvían a sus casas a la tarde/noche porque cualquier indecente
se podía esconder tras arbustos sin podar amparados en la oscuridad. Agurtzane Cobos