En eldesmarque.com del 11 de mayo de 2020, bajo la firma de KUITXI, se nos recuerda al “mito del Portu”, “Xabi Murua, emblemático personaje de la Villa de Portugalete”.
En octubre de este 2010, poco antes del
mediodía que sucedió a la gloriosa noche que nos regaló el Portu al tratar de tú al Getafe C.F. y con el mayor descaro
técnico y táctico, individual y colectivo, cerró los ojos a la violenta luz de
este mundo mi querido amigo Xabier Murua. Cuando sonó mi móvil, y, al
activarlo, en vez de escuchar una voz masculina, oí el llanto de una mujer,
tuve la certeza de que había ocurrido lo más terrible.
Si el añorado Mario Angel Marrodán (poeta portugalujo que alimentaba mis
emociones literarias) ensalzó al Portu desde el púlpito de la cultura, Francisco Javier Ozaeta Polancos, Murua de tercer apellido, “Javi Morua” su nombre de
guerra, jarrillero con MAYÚSCULAS, con el mágico y terrible encanto de su
omnipresencia a pie de calle, ha mantenido pintados en el mapa del fútbol los
colores oro y hulla con los que se colorean las franjas de la camiseta que
sigue vistiendo, de manera literal, incluso más allá de su aparente muerte.
Xabier Murua: personificación insuperable
de ese invento abstracto que llamamos fútbol. “Javi Morua”: icono, símbolo,
bandera, sudor y sangre, títulos y descensos, sonrisas y lágrimas, paradigma,
denominador común de una afición centenaria, alma, corazón y vida, cara y cruz,
folio indivisible escrito con letras de oro. Significante y significado, en
fin, de este signo lingüístico de 101 años llamado Club Portugalete.
Escribo, ¡con rabia escribo!... porque me
resisto a que mi amigo Xabier Murua, en ese libro zafio y grotesco que
garabatean los vencedores de la necedad, pase a la historia como una suerte de
bufón creado para divertir a los cortesanos del fútbol y entretener a la plebe
parroquial.
Claro que Murua, aunque era un ser de
“otro mundo”, no estaba para perder el tiempo haciendo milagros tales como
colocar sus dedos sobre el párpado de aquellos ciegos que lo eran por obcecarse
en no querer ver... ¿Devolverles la vista?... ¡¿Para qué?!... si a Javi Morua,
para entenderle, había que tener las agallas de arrancarse alma y corazón y
encajar ambos en las cuencas de los ojos.
Sólo entonces aparecía el hombre bueno, el
buen hombre; el bienaventurado por manso, el pacífico que, en Santoña, con su
sermón amplificado, convirtió una batalla campal en un campo de abrazos. Murua:
el servicial, el generoso hasta decirle basta para que no cayera en el
despilfarro y pecara de manirroto. Incansable. Inasequible al desaliento.
Acostarse tarde y madrugar para hacer guardia en su garita del Puente Colgante.
“Javi Morua”: el mejor embajador que ha
tenido el Portu en los consulados de bronce. Fue dejar de “estar” –como se
refería a la muerte Saramago– y empezar a caer un sirimiri de lágrimas sobre la
hierba de El Toralín, Medizorrotza, Garmendipe, Tabira, La Baluga, Urritxe, San
Jorge, Las Llanas, Lasesarre, Lezama... ¡La Florida está inundada!
Al tercer día, el creyente esperaba su
resurrección, pero se tuvo que conformar con un minuto de silencio. Sesenta
segundos en pie y con la boca cerrada: ¡qué nadería para un hombre que amó
tanto al Portu que lo amó hasta el extremo!
Luego de la mágica experiencia nocturna en
el “campo de las flores”, precedida por los sones de la Diana que presagiaba
“la mejor diversión del mundo entero”, cuando José Angel Ozaeta encendió la luz
del dormitorio de de su hermano, Xabier Murua, se encontró con un hombre
elevando al cielo de su techo el dedo índice de sus dos manos en señal del
empate de la victoria.
Al día siguiente, a punto de dar las doce
en el reloj, musitó: “Este cuento se ha acabado”. De seguido, cerró los ojos...
y se quedó velando el sueño de nuestras vidas. En su testamento, me dejó el
calor de sus manos. Como última de mis voluntades, una rosa amarilla sobre su
pecho; y pegada a su costado, la camiseta número '10' que yo vestí y tanto
había amado.
Que belleza decrecuerdo...
ResponderEliminar