Días atrás analizamos la fotografía del segundo “dique”, de 1931, construido antes de 1888 en sustitución del muelle viejo original con
motivo de la llegada del ferrocarril a la villa. La llegada del tren supuso la
construcción de una estación provisional y un pabellón para refugio de las locomotoras donde se harían los trabajos
de calentamiento matutino y mantenimiento, y junto a él, un depósito de carbón
(creo que le llamaban “la carbonera”) que impregnaba con su polvo y humos las
casas cercanas.
Hoy José
Antonio Soto nos muestra una nueva fotografía, de 1927, perteneciente
a los fondos de la Autoridad Portuaria
que corresponde al derribo de aquel pabellón, vías y tapias de cierre una vez construida
la estación terminal junto a la plaza en 1890. Aquel espacio se transformó en la
plazuela de la estación y vamos a analizar esta nueva foto, junto con la
inferior, ya conocida, de los mismos trabajos.
En la podemos destacar a la
izquierda la verja de la puerta que permitía cruzar desde el Muelle Viejo
(antiguamente muelle de Vallecilla y hoy, Manuel Calvo) hasta el dique. En 1893
y 1894, los vecinos de la zona solicitaron se construyese una pasarela o puente
metálico sobre las vías dada su peligrosidad. Como se ve en la foto y lo que
luego conocimos, todo quedó en buenas palabras pues el paso fue a nivel de las
vías. Junto al nuevo muro que se empezaba a levantar con los ladrillos
reciclados, aparcaban los vagones mientras esperaban un nuevo viaje.
Al fondo, el apeadero que nuestros
mayores bautizaron como de La Canilla, con una pequeña edificación qué en mi
época de viajero a Bilbao por motivos estudiantiles, albergaba los mecanismos
de los cambios de agujas y del nuevo sistema que creo denominaban como “bloqueo
automático”. En el centro de la imagen, el edificio propiamente dicho del apeadero
con la leyenda “PORTUGALETE” dado que no hicieron caso al Ayuntamiento. A
continuación, la visera protectora de hormigón sobre el andén dirección
Santurtzi y encima, el muro de contención que fue necesario construir para
contener las tierras y rocas que amenazaban las vías en el momento de abrirse
el túnel. Resulta imponente el corte en la roca hasta la altura de la carretera
que Ciriquiain llamaba “peña herbosa” y tras las casas, “la campa de los
apuros”.
La antigua plaza ya había visto
desaparecer la finca de Ibarreta y la “casa de emigrantes” y solo quedaba la
antigua torre, cuyos últimos propietarios fueron los Monte. Tenía la
particularidad de ir reduciendo su superficie a medida que se subía un piso. Justo
a la derecha de la foto asoma la casa, qué por su forma, llamaban “del ataúd”.
Un estrecho camino conducía a la nueva estación que en aquel momento estaba
rodeada por una alta valla de madera.
Ya en la zona derribada, unos obreros
trabajan entre los escombros seleccionando material para reciclar y a la
derecha, otro sentado limpiando ladrillos con una piqueta mientras un chaval
posa para el fotógrafo apoyado en el poste.
Tras la tapia, una pequeña tejavana de
tablas para proteger a los canteros que estarían tallando las piedras de la
nueva estación.
En la fotografía inferior,
correspondiente a los mismos trabajos, nos ofrece la imagen inversa. Los
obreros trabajan, ante la atenta mirada de la chavalería, entre los materiales
del derribo donde destacan por su tamaño, los que probablemente fueran los
sillares de la puerta de la finca de Ibarreta. Nuevamente vemos en primer
término la torre de Monte, seguida de una pequeña construcción y la “casa del
ataúd”. Vigilando las obras y el paso por las vías, un alguacil uniformado
(hubo en su día un atropello en las vías). A continuación, la casa que fue
propiedad del doctor Marcos de Escorihuela que ya había sido recrecida dos
pisos. Casa donde estuvo la hornacina de San Nicolás.
En lo alto, la siempre monumental
parroquia con su elegante pórtico y el mirador desde el que partía y parte el
camino de bajada hasta el muelle viejo.
Siguiendo con la parte ferroviaria, y con el ayuntamiento y el puente como magnífico telón de fondo, vemos la calle encorsetada por el muro y la verja de la estación. Como tope de las vías, el antiguo edificio del fielato con el imponente eucalipto que crecía en el andén. Y difuminada, la estatua de Víctor Chávarri. Elegante, la estación proyectada por Pablo de Alzola, a la que arribó el tren en 1890, y a su derecha los almacenes y cocheras con los vagones aparcados junto a la antigua valla de madera.
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