Como complemento de la foto que presentamos ayer, recogemos esta serie de imágenes del Dique en aquellos años y el recuerdo que le dedicó José Mª Mendieta en el Programa de Fiestas del año 1967.
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El dique de nuestro pueblo evoca en los portugalujos
maduros, nostálgicos recuerdos de una niñez llena de peripecias vividas en tan
grato rincón local.
Observando las fotografías podemos darnos cuenta de lo
distinto que era el Dique antiguo del actual. Sin embargo, como fue allí donde
desarrollaron las actividades los chavales de entonces, nos parece encontrarnos
en el mismo lugar.
En el Dique tenían su sede los palangreros –los valientes
palangreros–, el ultimo que continuó en la brecha fue Dionisio del Campo
(NISIO). Allí se encontraba diariamente alistando los aparejos que traían a la
Villa el mejor pescado.
Cuando los palangreros y sus familiares realizaban estas
faenas, los peques portugalujos recogíamos los trozos de reinal inservible para
ellos e indispensables para nosotros. Uníamos los trozos y ya teníamos el
aparejo con que pescaríamos los carramarros que metíamos en una lata de
escabeche o un bote de pimientos, colocando sobre él una alpargata y una piedra
para que nos se escapasen.
Allí aprendimos a nadar… y a guardar la ropa. El bañador que
entonces se llamaba taparrabos, en el Dique era considerado prenda ineficaz,
absurda y molesta.
El apto en natación se obtenía pasando la banda. Pasar la
banda era nadar de orilla a orilla y regresar al punto de partida. Hecho esto,
se había obtenido dicha calificación y en la calle del calificado de decía: “Fulano ha pasao la banda; ya sabe nadar”
y el peque entraba en su calle con mas orgullo que Napoleón en…
Por el Dique deambulaba frecuentemente “Donini”. Era éste un
hombre excéntrico y popular a quien exasperábamos cantándole desde lejos una
tonadilla con la siguiente letra: “Donini
no pasa la banda porque no sabe nadar” y a continuación: “Foquinay falseta”.
La habilidad infantil era tan grande, que jamás chaval
alguno cayó en sus manos. Imagínense ustedes a un hombre altísimo, gesticulando
amenazante y soltando tacos de los gordos durante un buen rato. ¿Bueno he
dicho? No, malo.
Existían días de veda y días de grandes acontecimientos. Los
de veda eran aquellos de matanza en el matadero municipal que coincidía con
marea baja y las aguas se teñían de rojo sensiblemente. Los de grandes
acontecimientos, eran los días de llegada de barcos con carga de coco para la jabonera
de Tapia y Sobrino. Entonces el Dique tenía la mayor concurrencia y las
escuelas olían a coco que era una bendición.
Dos personas causaban admiración. Hilarín, un peque que
había salvado a un niño de perecer ahogado y a quien se había recompensado
oficial y públicamente y Tomasín, un joven que buceaba asombrando a chicos y
grandes. El también, persona amable y buena, cometía sus travesuras.
Se zambullía a la vista de todos y como tenía unos pulmones
a toda prueba, salía a considerable distancia con la cara cubierta de fango,
haciendo creer a quienes no le conocían que ya no salía jamás. Después, limpia
la cara, sonreía con beatifica sonrisa y los espectadores, al comprobar la
broma, premiaban la hazaña con una salva de aplausos. Después sufriría sordera
a consecuencia de las inmersiones de entonces.
Otros asiduos al Dique, eran los boteros portugalujos. Allí
arranchaban sus embarcaciones para después, como soles, brindarlas al pasaje de
la Ría.
Barañano, Busturi, Gaviña, El Maño, Julián
Guerricaechevarría, Barbat, Alcalde, Eusebio “El Maqueto”, Aurelio Llanos y
otros, fueron durante muchos años los auténticos bateleros del Nervión,
trasbordando de Portugalete a Las Arenas a millares y millares de personas
cobrando cinco céntimos el viaje.
Limpios, relumbrantes, bronceados por el sol, eran la nota
más pintoresca de la Villa. Con sus trajes de dril azul cada vez más claros y
bonitos a consecuencia de las lavadas. Expertos con el remo y el aparejo y de
carácter alegre correspondiente a gentes honradas, trabajadoras y sencillas.
Como en el Volga el batelero sus canciones y amenidades encantaban al pasaje…
“Y cuando bogando va
va cantando el
marinero
aquello que yo más
quiero
en Portugalete está".
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