No
puede ser, me dije al escucharlo, y miré a mi alrededor. ¿Ha dicho Carlos VII?
Eso parece, escuché, pero no puede ser…
…la noticia de apertura en todas las cadenas fue un terrible accidente en
Estella… el lugar del accidente, una calle que lleva el nombre de Carlos VII…
No
puede ser, me dije al escucharlo, y miré a mi alrededor. ¿Ha dicho Carlos VII?
Eso parece, escuché, pero no puede ser, insistí, no puede ser… Dejé el plato a
medio terminar sobre la mesa, me fui corriendo a mi ordenador, abrí el
navegador y comprobé que, en efecto, no sólo existe una calle de Carlos VII en
Estella. También existe una avenida de Carlos VII en Portugalete. En Estella,
en la anterior legislatura, el alcalde era de EH Bildu. En Portugalete,
conserva el poder el secretario general del Partido Socialista de Euskadi.
Soy consciente de que, a estas alturas, la mayor parte de ustedes no
entenderá nada en absoluto, así que voy a explicarles las razones de mi
asombro. El autodenominado Carlos VII, porque nunca llegó a ser rey de España
con ese nombre, se llamaba en realidad Carlos María de Borbón y Austria-Este.
Nació en 1848 en Laibach (hoy Liubliana, capital de Eslovenia) y era sobrino de
otro autodenominado rey que nunca reinó, Carlos VI, nieto por tanto del primer
Carlos autocoronado de su rama, el hermano menor de Fernando VII.
Las aspiraciones al trono de Carlos VII provocaron en 1872 una guerra
civil, igual que las del hermano mayor de su padre habían provocado en 1846, y
las de su abuelo en 1833. Sin entrar a valorar las cifras de muertos, la
destrucción y el sufrimiento que la ambición de los tres Carlos extendió por todo
el país, sí conviene recordar que los tres se alzaron en armas contra la
legalidad establecida con un ideario muy concreto, sintetizado en el lema que,
con pequeñas variaciones, desembocó en el “Dios, patria y rey” que los requetés
gritaron al sumarse al golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
Más allá de la discusión dinástica sobre el derecho de la única hija de
Fernando VII a ocupar el trono de su padre, el carlismo aglutinó en el siglo
XIX a todos los reaccionarios, clericales y absolutistas de este país. Esa, y
no la validez del testamento del padre de Isabel II, fue la verdadera fuerza
que alimentó sus pretensiones, que impulsó sus sublevaciones y sostuvo a sus
ejércitos. Si hoy tuviéramos que calificar a los aspirantes carlistas con una
sola palabra, los llamaríamos golpistas.
En el curso 1976-1977, cuando hice el curso de orientación universitaria,
tenía un compañero de clase que se autodefinía como carlista de izquierdas y se
enfadaba muchísimo en las clases de Historia. Nuestra profesora, a la que nunca
le agradeceré lo suficiente que dedicara aquel curso al siglo XIX —porque no lo
habéis estudiado nunca, decía, y si no os lo explico yo, jamás lo estudiaréis—,
se desesperaba con él. ¿Cómo vas a ser carlista y de izquierdas? Es lo mismo
que si me dices que eres cura y ateo…
Entonces yo sonreía. Jamás me habría atrevido a imaginar que en 2020 un
autobús podría tener un accidente en una calle que nunca ha perdido el nombre
de Carlos VII.
Eskerrik asko por publicar esta reseña histórica de Almudena Grandes
ResponderEliminarse deberia cambiar por memoria historica el nombre de la avenida y no por el susodicho 700 aniversario
ResponderEliminarPortu es pueblo progresista donde los haiga.Maribel Tellaetxe,propuesta.
ResponderEliminarComo calle Zumalakarregi,el puto horror decimonónico. Calle Santa Cruz?
ResponderEliminar700 Aniversario es un nombre poco usable en el día a día. Mejor el de una persona que haya proyectado el nombre de nuestra Villa, fuera de sus límites.
ResponderEliminarY Victor Chavarri, calle y monumento, en la calle sobra el nombre y en el monumento su busto.
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