En la fotografía de A. Zorraquin de finales
de los años cuarenta o comienzo de los cincuenta, veíamos un segundo detalle
que era el número de mujeres junto al tranvía parado en medio de General
Castaños, portando unas cestas en la mano que no podían ser otras que las conocidas
como “canarieras” en las que se llevaba a la fábrica la comida a los hombres de
la familia. También apreciábamos otro grupo con dos tipos de cestas (canariera
y de la compra), esperando junto al muro de contención situado frente a las
escaleras del bar El Metro.
En los tiempos actuales, cuando las
grandes empresas cuentan o han contado con comedores para el personal o cuando
alrededor de las mismas hay numerosos bares de “menú del día”, a las nuevas
generaciones les puede sonar “a chino” que los obreros comiesen su comida en
los talleres o en plena calle. Pero, ¿quién y cómo llevaba la comida a los
obreros?
Desde la implantación de la gran
siderurgia, astilleros, minas, puerto, etc. han sido las mujeres de la casa
quienes han preparado la comida, desplazándose luego hasta el tajo para
compartir la comida con el hombre de la casa, tal y como reflejó magistralmente
Manuel Villegas Brieva en 1895
en el cuadro titulado “Las doce en los Altos Hornos”. La escena muestra a los sudorosos obreros en su
lugar de trabajo, poniéndose la camisa antes de sentarse junto a la pulcra etxekoandre,
qué apoyada en un pilar, espera al suyo tras haber colocado sobre un mantel el
puchero de barro con el cocido, el plato del mismo material y la botella de
vino que había llevado en la cesta de mimbre con tapas. Otra pareja, al fondo,
ya están en plena comida y al acabar, relevarían a los hombres que seguían
atendiendo las bocas del horno.
Ese sistema de
transporte adquirió en la margen izquierda características especiales. La cesta
de colgar del brazo se sustituyó por una cuadrangular, “más masculina”, con una
sola tapa de mimbre en la que iba sujeta un asa metálica que facilitaba el
transporte con una mano. Un cierre metálico permitía cerrarla con candado. Hasta
tuvo su propio nombre: “la canariera”. En algunas casas aún se guardan como una
reliquias del pasado.
Nadie ha sido capaz de
asegurar el origen del apelativo. Unos creen que la forma rectangular
facilitaba el transporte de canarios, y otros, que las cestas provenían inicialmente
de Canarias, dada la gran industria del mimbre que hubo en las islas. Si
alguien sabe el origen, se agradecerá su comentario.
Sea como fuere, las
mujeres preparaban el cocido al anochecer y una parte de él, se mantenía
caliente en una tartera en una esquina de la chapa para qué al amanecer, el
hombre la llevara a la fábrica junto a una humilde tortilla o unas sobras de la
cena, dentro de las tarteras de aluminio con cierre hermético. En la canariera
no podía faltar el “morapio”. Otros, los menos, iban en bicicleta, llevando la
canariera amarrada en el portabultos sobre la rueda trasera.
Otra forma de transporte hasta AHV consistía
en que algún familiar la llevara hasta el tajo antes de que a las doce tocara
el “cuerno” del descanso que duraba hasta la una y media en que nuevamente
volvía a sonar. Este método de transporte sería el que muestra nuestra
fotografía. Un grupo de mujeres se mueve alrededor del tranvía con sus
canarieras en la mano, ya fuese para llevarlas a la fábrica o a un punto
convenido, o para volver a casa con ella.
Hemos consultado a los amigos
habituales, recogiendo varios testimonios que paso a resumir.
De la importancia de contar con una,
sirva este relato del numerito de unos recién casados por el Muelle Viejo con
la cesta a medio envolver, que habían comprado en una cestería en Bilbao al
darse cuenta qué no tenían canariera y al día siguiente él tenía que ir a
trabajar.
El segundo relato es del desplazamiento
de la madre y un hijo cogiendo el tren en Lamiako hasta Axpe, pasando la ría en
el bote y llevando la comida a su aita a la Naval, para volver a casa con la
cesta tras la comida en el taller de modelos
Un tercero, de ir andando desde Retuerto
a Zubileta con la cesta de un vecino cuyos familiares no la podían llevar ese
día. Tras la caminata y después de haber comido el vecino, vuelta a casa con la
canariera en la mano.
También era normal que se bajara en mano
la comida a los maquinistas y obreros de los cargaderos de mineral, tal y como
relataba mi bisabuelo Juan Flaño en sus memorias.
Una mujer trabajadora en la “jabonera”
de Zorroza llevaba la comida en la canariera al entrar a trabajar y quedaba al
mediodía con su hijo a medio camino, ya que trabajaba en Sefanitro. En un lugar
apartado, entre vagones y a poder ser a cubierto, encendían un fuego y en él
calentaban su comida y a ellos mismos. Con los años, sustituyeron la fogata por
un hornillo de alcohol.
Esta forma de comer a la intemperie o en un rincón del taller
se trató de corregir mediante el Decreto
del 8 de Junio de 1938 cuyo Artículo
1.º decía:
“Toda
empresa sujeta a un régimen de trabajo que no conceda a sus obreros un plazo de
dos horas para el almuerzo, vienen obligadas a habilitar un local-comedor que
les permita efectuar sus comidas a cubierto de los rigores del tiempo, y
provisto de las correspondientes mesas, asientos y agua. El local estará
acondicionado para poder calentar las comidas”.
Para la debida aplicación del Decreto de 8 de Junio, se dictó la Orden de 30 de junio de 1938, que reglamentaba las instalaciones de comedores laborales, estableciendo su Artículo 1.º:
”Toda empresa cuyo régimen de trabajo no conceda al
personal dos horas como mínimo para el almuerzo, estará obligada a habilitar,
en sitio inmediato al trabajo, un local cubierto, apropiado al clima y provisto
de mesas, asientos y agua potable, en cantidad suficiente para la bebida, aseo
personal y limpieza de utensilios. En dicho local se dispondrá igualmente de
hornillas o cualquier otro medio de uso corriente, con el combustible necesario
para que el trabajador pueda calentar su comida.”
En los años de la fotografía del tranvía, las grandes
empresas, como AHV o B&W, tenían su propio sistema de recogida de
canarieras, transporte y reparto entre los destinatarios en el interior de la
fábrica, donde contaban con comedor y zona de fuegos y limpieza. La forma de
identificar las cestas cerradas con candado era mediante el nombre grabado en
una chapa dorada colocada en la tapa.
AHV las recogía en la Plazuela del
Cristo mediante un camión de la empresa que hacía el recorrido por varias
paradas en los pueblos cercanos y tras la comida, las devolvía por el mismo
método a los familiares que esperaban junto al kiosco de Sofi.
B&W, lo hacía en la confluencia de
Carlos VII y General Castaños mediante una furgoneta descubierta con cartolas,
que luego subía por el cementerio hasta hacer una parada junto a la Cooperativa
de las casas de Villa Nueva y una segunda junto a las casas de Babcock &
Wilcox. Si alguna vez llegabas tarde a la recogida, a algún hijo le tocaba
bajar la comida por Galindo hasta la fábrica.
Sirvan estos recuerdos como homenaje a
nuestras sufridas amatxus que además de hacer maravillas con los sueldos para llevar
la casa y alimentar a la prole, se tenían que ocupar de hacer llegar el
condumio hasta la fábrica al hombre de la casa, fuese esposo, padre o hijo.
JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO
Testimonios:
Juanjo del Horno, Mertxe Adán, Mikel
Otxoa,
Xabier Martínez, Mabel Basterretxea,
Ángel Laurrieta, Ramón Barrasa,
Juana Mari Ponce
Manu Orbe, Andres Vitores,
Juan Fermín López Markaida (Relato
del Ojillo)
¡ESKERRIK ASKO DANORI!
Fotografías:
Todocoleccion, Atalaya3d.urg.es
La Nueva Crónica (León),
Fotos antiguas de España
Hace unos días, después de entregar el artículo, contacté con Cestería Alonso de Bilbao y me dijeron que ya no se venden ese tipo de cestas y que no hacía mucho tiempo que, un cliente había preguntado por ellas ya que quería comprar una para transportar sus pájaros a un concurso. Me mostró su extrañeza con la versión de que el nombre de "canariera" se debiera a su origen canario.
ResponderEliminarJuan Fermín López Markaida, nos reenvía el comentario de un amigo de Maestro Zubeldia, que vive en Madrid, primo de uno de El Ojillo:
ResponderEliminarMe tocó en propia sangre vivir el tiempo de las canarieras. Como aprendiz en La Naval, cada día a las once de la mañana, mi madre acudía al punto de General Castaños, justo frente a la peluquería de Anselmo, con la canariera conteniendo mi comida del día. Por aquel entonces, era una camioneta que hacía la ruta Ortuella, Santurtzi, Cabieces y Portugalete, quien recogía y dejaba en cada fábrica la cesta con una chapa de bronce indicando el nombre del propietario y la fábrica. Luego, a eso de las 2 de la tarde, mi madre acudía de nuevo al mismo punto, donde recogía la canariera.
Navegando en Youtube me he encontrado con un documental de Eugenio Monesma, realizado en 2009 en la localidad navarra de Peralta-Azkoien, donde el cestero Emilio Jesús Castillo a sus 81 años da una lección sobre la elaboración de cestas. Uno de los modelos era el que apelaban como "cesta ferroviaria" y que realizaron a miles para que los ferroviarios y mineros llevaran la comida a sus lugares de trabajo. El modelo era la conocida entre nosotros como "canariera". https://youtu.be/IeNkFYpxn5g
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