En sus recuerdos de infancia en el Ojillo, Juan Fermín López Markaida, se detiene en la fábrica de gaseosas Berriatua:
Se encontraba en la calle Correos, tras pasar la pared
trasera del Cine Ideal, a la derecha también, donde entonces se acababa la
calle.
Disponía de un par de hermosos perros para disuadir a los
chavales de mangar o guindar los cascos, envases, estos muy estimados por los
críos, aparte de las propias gaseosas que en mas de una ocasión le birlaban
mientras descargaba el repartidor que iba atendiendo a los clientes.
Los envases de gaseosas tenían dos componentes bastante solicitados
por la crialada, las chapas o iturris, de cierre de los mismos y la canica
(bolinche) de vidrio opaco de un tipo concreto de línea de producto que la
portaba en el gollete de la botella o más bien botellin.
El propietario de la firma era Pedro Berriatua, su
hombre de confianza Vicente López Sáez (Txola) y para repartir disponían de
camionetas, camiones de poco tonelaje, en los que trabajó algún tiempo Manolín
Angulo Ruiz de Luzuriaga de repartidor, después de haber trabajado cierto
tiempo en la competencia, gaseosas Sirimiri, ubicada en el nº 11 del los bajos
del Ojillo.
Enfrente de la gaseosera estaban las campas huertas de Aroma
y de Rastrilla, lugar de múltiple juegos de la muchachada, espacio lúdico por
excelencia pues la teníamos siempre en el pensamiento, con el chuncho del deseo
de trastadas y andanzas nocturnas, para ver si caía algo. Pedro Berriatua
encima de la envasadora, en el espacio del almacén donde desarrollaba su
actividad industrial y comercial, disponía de un lugar muy especial, era una
especie de laboratorio o banco de pruebas donde realizaba distintas
combinaciones de productos para obtener el jarabe que le permitiera destacar en
la profesión, diferenciarse del resto de la competencia, ofreciendo un articulo
novedoso. De ahí salieron las conocidas DIANA NARANJA Y DIANA LIMÓN, en una
especie de envases redondos, botellines de apariencia redondeada queriendo
semejar al fruto natural de la naranja y limón. Fue un poco como el precursor
del KAS naranja y KAS limón.
Tuvo que cerrar hacia final de la década de los 60.
Uno de la calle del Ojillo, que responde a las iníciales
M.C.H.H. hizo de conejillo de Indias probando aquellos preparados. Nunca hemos
sabido cómo le pagaron por participar, si en especie o con dinero, o con un “gracias
chaval”.
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