En el libro “BARAKALDO A TRAVÉS
DE LOS TIEMPOS” (2015), Ramón Hilario e Iker Martínez dan una versión
desconocida hasta ahora sobre un suceso del siglo XVI que puede suponer que una
imagen de Portugalete fuese una copia.
Dicen: “En el siglo XVII (en realidad XVI) la comarca del Nervión se
vio asolada por una epidemia que unida a una fuerte hambruna generó
especialmente en el Barrio del Regato una alta mortalidad. Sabedores los
vecinos de que en Portugalete habían vivido sucesos similares y que su patrón
San Roque les había salvado de los peligros, imploraron cediesen los
portugalujos la talla del Santo para que con rogativas y procesiones
intercediera por ellos. Tan eficaz fue la mediación de San Roque, que la plaga
cesó, pero temerosos los de El Regato de ocasiones futuras se negaron con
gran celo a devolver la imagen a pesar de las reiteradas peticiones de la
villa jarrillera. Ésta, incluso con episodios violentos, reclamó a las
Juntas Generales pero el cabildo baracaldés intervino con no muy claros medios,
fallándose al final al pleito a favor de la anteiglesia, pero, eso sí, mandando
a la misma hiciera una talla similar que se entregaría a Portugalete como así
se hizo. Por ello, se puede afirmar que el santo milagrero de El Regato
es el antiguo y original”.
Ilustran la anécdota con la imagen del santo antiguo que se venera en El
Regato.
Hemos recurrido a Ramón Hilario y, muy amablemente, nos ha remitido las notas
que había tomado en 1990 tras las conversaciones con el anterior sacerdote que
llevaba la ermita del Regato y que residía en Cruces. El sacerdote le
comentó, que en El Regato el tema era público entre los vecinos.
Decían las notas:
Es preciso, sin embargo, llegar hasta el barrio del Regato para, al calor de
sus altos embalses, descubrir otras joyas artísticas de este Barakaldo
monumental. La hermosa talla de San Roque se guarda noble y altiva en su
ermita, predilecta en las bodas de los novios barakaldeses. Cierto es
que la talla procede de Portugalete, la villa marinera del Nervión, pero
con ocasión de una epidemia de peste que asolaba el bello y natural rincón de
la anteiglesia, los del Regato solicitaron la ayuda de los llamados
“jarrilleros” puesto que su patrón tenía fama de valedor ente las epidemias y
así lo había demostrado en otras ocasiones anteriores pues las pestes eran
temporalmente reproducidas. Y tan bueno fue el remedio que tras la plaga llegó
la hora de la devolución a lo que, al calor del abrigo, los barakaldeses, se
negaron.
Tras desavenencias y peleas al final los lugareños se quedaron con la suya si
bien las Juntas ordenaron costear un nuevo San Roque que se entregó con romería
y fiestas solemnes a la Villa de Portugalete un 22 de Mayo de 1565.
Hemos advertido al autor de la discordancia entre el siglo citado en el
texto (XVII) y la fecha de devolución (1565), contestándonos: “la fecha
acertada que indagamos es la del s. XVI y no la del XVII, a cuyo comienzo sí
que hubo una epidemia”. El 22 de Mayo de 1565 cayó en sábado, día más
adecuado que un viernes, si fuese 1665, para realizar “romería y fiestas
solemnes en la Villa”.
Con el fin de confirmar la antigüedad de la imagen hemos consultado al
barakaldés de pro, Manu Orbe, y éste se ha dirigido al que fuera Concejal de
Acción Social y presidente de la comisión de fiestas de El Regato,
confirmándole que la imagen antigua que se saca en procesión, es de madera y
está apolillada.
Resulta desconcertante la fecha de construcción de la antigua ermita de San
Roque de Tellitu (1669) que Maite Ibáñez cita en la Monografía de pueblos de
Bizkaia, dedicada a Barakaldo:
“En los fondos del Corregimiento se encuentra el testamento de D. Domingo de
Barroeta. En el que queda asignada la petición a su familia de que se le den
misas en la ‘reçien construida’ ermita de San Roque (1669) (AHDB
Corregimiento Leg. 1061 nº 23). Por otra parte, el Santo titular,
que hoy no se encuentra presidiendo el retablo mayor sino en una peana de los
laterales, era la imagen del patrono del antiguo templo del que fue
trasladado una vez que éste se derruyó. Esta es una talla popular
barroca de buena factura”.
¿Dónde estuvo entonces la imagen portugaluja desde 1565 hasta 1669? ¿El
suceso sería en 1665?, ¿Construyeron la ermita en 1669 para albergar al
secuestrado San Roque?
Igualmente, llama la atención que Gurutxi Arregi no citara ningún testimonio de
los informantes locales en su obra Ermitas de Bizkaia, siendo como decía el
sacerdote, “que el tema era público entre los vecinos”. Al hablar
de la ermita de Tellitu se cita una visita del Obispo de Calahorra el
25-10-1856 y que su imagen se trasladó a la parroquia. Arregi había investigado
en los fondos del Archivo Diocesano.
Como portugalujos, todos deberíamos saber que nuestro Santo Patrón fue
declarado así por acuerdo municipal de 1790 nombrándole oficialmente "Patrono,
Abogado y Santo festejado" reconociendo los repetidos "beneficios
y milagros que le había dispensado”. El portugalujo José Benito López
Okariz, nos contaba en el Programa de Fiestas de 1996 su particular visión del
santo.
Roque, había nacido
en Montpellier en el seno de una familia de la nobleza. Tras la muerte de su
padre, reparte sus bienes entre los pobres y parte como romero hacia Roma,
contrayendo la peste al auxiliar a los apestados que encontró en Piacenza. Se
retiró a una cueva sita en las propiedades de un rico llamado Gotardo, cuyo
perro de nombre Melampo le llevó diariamente, para su sustento, un panecillo en
su boca, hasta que, los criados avisaron al dueño que, tras recogerle, le cuidó
hasta su recuperación. Regresó a Montpellier, siendo acusado de espionaje y
encarcelado tres años por su tío el gobernador, que desconocía su identidad.
Falleció en prisión el 16 de Agosto de 1324. Su fama de santidad y sanador se
reconocieron en el Concilio de Constanza (1414-1418) y muchísimas localidades
le erigieron templos y ermitas en su honor y no es de extrañar que la villa
edificase una, para que desde las alturas protegiese la villa de la peste.
En el volumen de la Colección El Mareómetro dedicado a la Crónica de los siglos
XV y XVI, Goio Bañales aporta unos datos sobre despoblación de la villa debida
entre otros motivos a las epidemias de peste sufridas en la comarca en 1507,
aunque no se dispone de documentación. Sin embargo, si los hay de la que se
desató a finales de 1598 y 1599.
Más próximas a la fecha indicada del 22-5-1565 nos las relata Roberto Hernández
Gallejones en el mismo volumen, explicando las medidas que se tomaron en la
Villa durante las numerosas pestilencias y enfermedades contagiosas que se
producían en estos siglos y en concreto en 1564 cuando:
“Se manda que se pongan guardas en las puertas de la iglesia, en la Puerta
de la Ribera de baxo del Solar y en la puerta de la Barrera que van a Santurce.
En cada una de estas entradas estarían vigilando dos hombres y se cerrarían
todas las puertas y accesos a la Villa. Además, todos los días, uno de los
regidores recorrería los puestos para comprobar la procedencia de todas las
personas forasteras y evitar así la entrada de un posible contagiado. Los
guardianes de las puertas sólo serían vecinos de Portugalete.
Por la misma razón se acordó que ninguna mujer u otra persona saliese a vender
sardinas, alejándose más allá de una legua de la Villa, por Somorrostro hasta
Las Carreras o por Baracaldo hasta Burceña, y por la parte de Bizcaya,
Asua, Sopelana y Guecho y por mar hasta Bilbao, so pena de 2 maravedís.
Al año siguiente, 1565, como se mantiene el peligro de la enfermedad, que se
dize ay en Burgos e en algunas otras partes, como Vitoria, se prohíbe vender
sardinas, excepto a Bilbao, en un radio de dos leguas a la redonda bajo pena de
200 azotes y destierro.
Además, se mantienen los cordones sanitarios en las puertas de entrada sobre todo
para las personas procedentes de dichas zonas.
Como la maligna enfermedad hacía estragos ya en las regiones orientales de
nuestra tierra, en Guipúzcoa y Navarra, lo mismo que en la vecina Rioja, el
23 de junio de 1566 se prohíbe que ningún vecino adquiera vino de Rioxa, de
Nabarra, ni Nabarrete.
Sinceramente, no parece el ambiente más propicio para prestar al bueno de
San Roque a los de El Regato, pero sigamos analizando la historia.
En el volumen Crónica de la historia de Portugalete, siglos XVII y XVIII solo
se citan dos simples episodios:
El 12 de agosto de 1649, se ordena, “que por quanto están reçelo de las enfermedades
contaxiosas…”, que no sólo de noche, sino también de día, pongan guardias
en los puestos acostumbrados, para que no se deje entrar a ningún barco sin
saber su procedencia.
Entre los puestos se mencionan los del Santo Cristo y Santa Clara, es decir,
las dos puertas tradicionales.
El 10 de agosto de 1663, en un concejo abierto tras la llegada de un navío
holandés a nuestro puerto, se ponen guardas para aislar el barco en cuarentena
y así evitar el contagio.
No parece que Bizkaia estuviese sufriendo una gran epidemia, salvo que
fuese un foco reducido al valle de “el regato de Uraga” que luego acabó
llamándose “El Regato”. (Mayorazgos de Barakaldo-Goio Bañales).
Personalmente he revisado en el Archivo Histórico de Portugalete todas las
fichas de los siglos XVI, XVII y XVIII en el apartado “Relaciones con la
Iglesia”, con resultados negativos.
La lectura de los libros de los siglos XVI y XVII sería de una gran
laboriosidad.
El mismo Archivero opina que, no puede estar en los libros de acuerdos ya que,
dada su importancia, bien Ciriquiaín o él mismo lo habrían leído y reflejado en
sus publicaciones, ya que TODAS las actas están reflejadas en su
correspondiente ficha.
Las noticias más antiguas sobre la existencia de una ermita dedicada a San
Roque en Portugalete datan de los primeros años del siglo XVII, ya que Gonzalo
de Uría Ochandategui dejó, hacia 1613, una herencia de 100 reales para la
ermita de San Roque.
Ya en
1667, se realizaba una procesión hasta la ermita que se encontraba en la cima
del cerro de San Roque, pues en el Archivo Histórico se puede leer un acta del
13 de Julio de 1667 en la que “La corporación acuerda volver a llamar la
atención de Juan de Montaño Salazar por el desagüe de su casa que va a parar en
mitad de la calle por donde habitúan a pasar las procesiones a la ermita de
San Roque, se le ordena que tape dicho desagüe”.
De poder
confirmar algún día estas notas recogidas por Ramón Hilario (hemos cursado la
oportuna solicitud de datos al Archivo Diocesano de Bizkaia), se deberían
añadir, al menos, otros 48 años a la antigüedad de la presencia de San Roque
entre nosotros, ya tuviese “su casa” en la ermita del cerro o en la iglesia de
Santa María. Igualmente, a partir de ahora, habrá que mirar al santo barbudo de
El Regato, si es la original, como a un portugalujo más.
La primera imagen, con cédula de Portugalete, debió ser la que encabeza estas
líneas y sería la más antigua de la que se tenga una fotografía (salvo que la
de El Regato sea la antaño portugaluja). Perteneció a la colección que en su
día reunió José Lekue Saratxo (1885-1953). Es muy posible que la foto la realizara
él, ya que era un gran aficionado a la fotografía, además de pintor.
No es descabellado pensar que, el San Roque “manco” de madera fuese el que
estuvo en la ermita del cerro de San Roque y que proviniera de El Regato, que
se salvase tras el incendio provocado por los franceses que destruyó la ermita
y el encinar que la rodeaba, bajándole a la Ermita de El Cristo o a la
Parroquia a algún altar o rincón en el coro. Nada se ha sabido de su paradero o
destino, ni la de su sustituto en la Campa del Lavadero.
Si quisieron hacer una copia, no se parecen más que en que llevan sombrero a la
espalda y que les acompaña un ángel. Se diferencian en la longitud de la barba,
los pliegues de la túnica y capa, con botas o descalzo, mano izquierda
mostrando la llaga o en el pecho, una sin perro.
¡VIVA SAN ROQUE!
JOSE LUIS GARAIZABAL FLAÑO
AGRADECIMIENTOS
El artículo me ha parecido muy interesante.
ResponderEliminarYo creo que en principio no se puede tomar la imagen de El Regato como la "auténtica" portugaluja sin datos ciertos que lo avalen.
Además, no es muy creíble pensar que los portugalujos prestaran una imagen que les había salvado de varias epidemias, y que además consintieran en que los baracaldeses se la quedaran, conformándose con una copia.
Como mucho se puede tomar con mucha prudencia la tradición baracaldesa, sin darle visos de verosimilitud, a no ser que datos históricos la confirmen.