Seguimos con los pastores de nuestra Villa,
hablando hoy del portugalujo (si bien residente desde hace unos años en Santurtzi)
Javier Dávila González, de 45 años, quien amablemente nos recibe en un terreno
de Pando donde guarda sus poco más de 30 ovejas (aunque posee otras 22 en
Vicíos).
Javier es hijo de Esperanza González, originaria
de Los Barrios (Cádiz) y Antonio Dávila, quien nació en 1954 en Zalamea de La
Serena (Badajoz). Este llegó a Portugalete hacia 1966, con tan sólo 12 años,
donde tiempo después conocerá a Esperanza. Sería hacia 1977-78 cuando Antonio
empezó como ganadero con unas cuantas vacas y caballos en una granja de La
Florida. En 2015 Lino, un gallego propietario de un terreno en Pando, le vendió
las ovejas que este tenía, y desde entonces las tienen y cuidan en dicho
terreno. Antonio ofició de pastor hasta 2021, año de su fallecimiento. Fue
entonces cuando Javier cogió el testigo de su padre, si bien ya desde los 30
años dedicaba buena parte de su tiempo a cuidar de las vacas que tenían en La
Florida.
Javier me cuenta que el oficio de pastor no basta
por sí sólo para vivir (lo compagina con otro trabajo), al menos no con la
cantidad de ovejas que posee, pues haría falta un número mucho mayor para poder
vivir de ellas. Un trabajo que además exige su atención todos los días del año,
pues hay que asegurarse de que las ovejas están en buen estado, atenderlas
cuando tienen alguna enfermedad, darlas de comer, trasquilarlas, etc. Hoy por hoy,
sólo puede sacar un modesto beneficio empleándolas para la venta de carne, que
como hemos dicho es insuficiente para vivir únicamente de ello. A pesar de la
dureza y los sacrificios de este trabajo, me confiesa que le gusta mucho el
oficio, pues desde que era niño ya ayudaba a su padre con las vacas (me cuenta
anécdotas entrañables, como cuando desde el pupitre de la escuela veía cómo se
escapaban las vacas y el profesor le daba permiso para salir un poco antes, y
entonces el pequeño Javier corría a reunir a las escurridizas vacas).
El afable Javier rememora otras viejas historias,
como la amistad que mantenía con Angelín “el Carranzano”, quien
también tenía sus vacas en una granja y casa en Pando ya desaparecidas, o como
cuando un día vino un pastor de Cobarón a enseñarle a trasquilar a las ovejas,
o las mil lluvias y vientos, y alguna nevada, que él y su padre han tenido que
soportar para atender al ganado. Y cómo antaño se ayudaban entre los pocos
pastores y ganaderos que había en Portugalete.
Hoy a los problemas económicos de un oficio duro
se le une la escasez de pastos: la hierva en Pando no es tan frondosa como lo
era antes, ya que ahora llueve menos; las ovejas comen a casi todas horas, y,
lo que faltaba, son cientos los conejos que habitan esta zona rural, que acaban
con el poco pasto que hay. Por ello nuestro buen Javier tiene que llevarse las
ovejas a Ciérvana, donde hallarán mejores pastos durante el verano, hasta que,
pasado este, regresen a Portugalete.
En fin, un viejo oficio que hay que “tenerlo en
la sangre” para llevarlo a cabo. Y a Javier Dávila le sobra voluntad y ganas.
Aitor González Gato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario