Continuamos con los recuerdos de su infancia de Marcos Merino:
Una de las grandes odiseas de
nuestra infancia era el aprender a nadar en la rampa del Muelle Viejo y con el
traje de baño con el que nos trajo nuestra madre al mundo. Con dos vejigas
amarradas con una cuerda como flotador, que se conseguían ayudando a los
matarifes en el matadero sujetando las patas de la res al desollarla, con este
flotador teníamos para todo el verano.
Después del baño nos lavábamos con
el agua de la Canilla para quitar el salitre, evitando así problemas con
nuestras madres, ya que teníamos terminantemente prohibido el baño dado el
estado famélico de nuestros cuerpos. Aun y con todas nuestras precauciones
siempre se ha dicho que las madres son sabias y las nuestras lo eran muchísimo
al final encontraban algún lugar donde no nos habíamos lavado bien y quedaba algún
rastro de salitre, muchas de las veces era detrás de las orejas. Que nos descubrieran
nuestras madres no era el único peligro. Para salpicar a los compañeros cuando
el agua estaba fría a veces tirábamos piedras y algo de escombro. Una de las veces
al tirar, sin darse cuenta me golpeó en la cabeza un ladrillazo y lo que tocaba
en estos casos, salir corriendo al Cuarto de Socorro.
Otro lugar frecuentado era el
Muelle de Hierro, y siendo frecuente disponer de 6 a 8 quisquilleros artesanales
hechos con un aro de hierro, saco y cuerdas, anzuelos, pitas. Estas eran
nuestras herramientas para pescar en las bajamares. Después de adquirir la
carnada al paso por la plaza, colocábamos los quisquilleros o reteles entre las
rocas donde lográbamos pescar carramarros y quisquillas. Como las rocas estaban
negras de mejillones, también llevábamos una ración a nuestra casa. También pescábamos
panchitos y chicharritos con anzuelos de mosca.
Aquí en los baños ya usábamos taparrabos.
Aquí en los baños ya usábamos taparrabos.
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