Siguiendo con los recuerdos de
personas, echo de menos a Juana, la “Avisadora”, cuyo oficio desapareció hace
años. La avisadora, entre otros asuntos, anunciaba, de viva voz, por los
portales y escaleras de las casas, las horas del funeral y de la conducción de
los difuntos. Los niños de entonces, sabíamos que a esa hora, no habría juegos
ruidosos en El Ojillo, por respeto, y veíamos pasar la cruz procesional, al
cura y monaguillos, el féretro portado en carroza funeraria, a la familia, a
veces a las autoridades y los vecinos.
Pasaba, por delante de las casas,
el “Paragüero”, personaje gallego usuario de txapela, que también arreglaba
cazuelas y similares, y que, más tarde, estableció en El Ojillo un comercio
más.
Y no, no me olvido de “el
Mielero”, del personaje, con su pantalón de pana negra y sus alforjas, con la
romana y los cucharones, portando sus dos cubas, barrilitos, con unos diez
kilos de miel en cada uno. No puedo recordar si se trataba siempre de la misma
persona, quien avisaba “¡¡ Mielero de la miel !!” a su llegada. Por su lado, el
“Afilador” se anunciaba con el toque de su chiflo -una flauta de pan-, para
advertir su servicios en “cuchillos, navajas, tijeras,…” de viva voz.
Un personaje de mi infancia era
Mariano, de la Droguería en El Ojillo, frente a la Carnicería de Lucita, donde
los niños éramos los reyes y mi madre controlaba nuestro peso en su báscula de
plataforma y pesas móviles. Otro personaje, era Varona, el heladero ambulante,
que se trasladaba con su “carrito del helado” y paraba en los lugares donde
había posibilidad de venta de género.
Eulogio y sus perros de caza,
Mari -la “malísima”-que trabajaba para Don J.R. Susaeta-, cuyos pies vimos
muchos años en las procesiones de Semana Santa.
Otros protagonistas, eran
Herminio el “Carbonero” con su carro y su saco usado como capucha, el “Cartero”
y sus avisos a los destinatarios de correspondencia,… Todos ellos, personas que
ofrecían sus servicios y recibían un pago, no como ahora, que tiramos los
paraguas, las cazuelas, los cuchillos,… y los compramos nuevos, además de no
usar el servicio postal, tampoco carbón,… Las defunciones, ahora, las leemos en
esquelas colocadas en los postes y en las paredes de las cajas de ahorros y
bancos.
Un visitante no muy frecuente,
pero reiterado, era la hornacina con la imagen de San Felicísimo, al que se le
encendían unas lamparitas de aceite y se acompañaba con unas oraciones y unas
monedas por la ranura antes de entregarlo al siguiente vecino.
Y ¿quién no evoca la “Campa del
Gordo”?, entre la cantera y la Granja San Roque, que abrió un comercio en El
Ojillo, ¿ lo recordáis? En su tiempo, fue rompedor desde el punto de vista de
la decoración. Otro lugar, que duró mucho, era el kkleku de La Perdiz, donde lo
hombres obraban las “aguas mayores” en cuclillas y los chiquillos jugábamos en
un futbolín con terreno de pizarra y figuras metálicas.
Unos personajes, que se
perdieron, eran los guardias de tráfico en los cruces de Gral. Castaños con el
Ojillo y de Gral. Castaños con Carlos VII, con su casco blanco de origen
colonial francés, sustituidos por sistemas de semáforos. Y llegado aquí, cómo
olvidar la estampa de los palangreros y señoras, preparando y cebando los
palangres para la siguiente jornada y el aroma a pesca recién capturada que les
envuelve. Eso es Portugalete puro.
Ya no está el Fielato de El
Ojillo, la caseta junto al antiguo edificio de El Kilómetro, que ahora es un
solar a la espera. Allí, hace años, hasta 1960 o así, se cobraba los arbitrios
municipales por las mercancías de consumo que llegaban y salían de la villa. No
lo recuerdo mucho en tal función –más bien como lugar de descanso del guardia
de El Cristo– y, quien lo atendía, solamente colocaba anuncios oficiales y
esquelas en el tablero, a la izquierda de la puerta.
Otro personaje de mi infancia,
fue Angel Comonte -cuyo hijo mayor, fue compañero en Zubeldia-, y su carácter
animoso en las fiestas de San Roque. De él, hay un recuerdo que no termino de
fijar: ¿ se dedicaba también a construir los propios instrumentos de la banda
de cartón?.
Hablando del santo, recuerdo la
imagen blanca de la ermita de la parte alta de El Ojillo y sus parterres. Veo
todavía los pins que reclamaban mantener el precio de los chiquitos en 0,50
ptas.
Voy terminando esta colección con
un recuerdo de los recreos de en la escuela de Zubeldia, en un patio sin
puertas ni vallas: la Tejavana, que fue cancha de balonmano, de fútbol,… y
hasta coso de vaquillas.
Y me vais a permitir cerrar aquí,
antes de que el manantial de los recuerdos no pueda cesar de aflorar: un
recuerdo muy cariñoso para Carmen, Teodora, Dolores, Filo, Emilia,… Son las
amigas de mi abuela Martina, de tiempos de paseo a la recogida de manzanilla y
otras hierbas en las campas de Triano, de tiempos de partidas a “la brisca” en
la casa de Carmen en el Alto de la Pastora,…
MARTINTXU
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