Con motivo de conmemorarse este año el 50 aniversario del Instituto Juan Antonio Zunzunegui, recordamos hoy la figura de este insigne portugalujo de la mano de Roberto Hernández Gallejones:
Nuestro ilustre escritor nació un 21 de diciembre en
el nº 2 de la calle Casilda Iturrízar en el seno de un típico hogar de la
burguesía vizcaína, siendo el único hijo varón, de un total de siete hermanos.
Este ambiente familiar de neta preponderancia femenina va a marcar su obra.
Recibió la educación tradicional de los de su clase, cursando las carreras de
Filosofía y Letras y Derecho. En la Universidad de Salamanca conoció e intimó
con Don Miguel de Unamuno. A raíz de este encuentro siempre afirmó que tal
autor le había aportado parte de su bagaje ideológico. Amó siempre mucho a su
Villa natal, aunque a partir de 1948 residiría definitivamente en Madrid.
En 1943 consiguió el Premio Fastenrath, de la Real
Academia Española. En 1948 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su
novela La Ulcera, totalmente ambientada en Portugalete. El Ayuntamiento
jarrillero le concedió la Medalla de Plata en 1949. El año 1952 alcanzó el
Premio del Círculo de Bellas Artes de Madrid. El 24 de abril de 1960 leyó su
discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua Española, sustituyendo a
Pío Baroja en el sillón de la letra O. Falleció en su casa madrileña el 31 de
mayo de 1982.
La sesión ordinaria del Ayuntamiento de 2 de noviembre
del mismo año, aprobó la solicitud del Director del Instituto de Enseñanza
Media de Portugalete, para rebautizar con su nombre dicha institución docente.
El 21 de diciembre de 1983 se realizaron diversos actos patrocinados por la
municipalidad en homenaje a su obra y a su figura, descubriéndose un busto del
escritor realizado por el escultor Jesús Torre en la plazoleta ubicada junto al
Puente Colgante.
Afiliado inicialmente a las juventudes mauristas, fue
miembro destacado de la tertulia del café bilbaíno el Lion d’or, capitaneado por Pedro Eguillor. La flor y nata de la
intelectualidad acudía a dichas reuniones, como Gregorio Balparda, Enrique
Areilza, Ramón Basterra, y ocasionalmente Unamuno, Ortega y Gasset,
Eugenio D’ors, etc. Los más asiduos simpatizaban con el totalitarismo de Mussolini. Más tarde entabló amistad con José Antonio Primo de Rivera, a quien dedicó una obra inédita. Sin embargo, el resto de su vida sufrió el ostracismo del régimen franquista y la censura de algunas de sus obras, todas ellas imbuidas de sus fervientes creencias social-cristianas.
Eugenio D’ors, etc. Los más asiduos simpatizaban con el totalitarismo de Mussolini. Más tarde entabló amistad con José Antonio Primo de Rivera, a quien dedicó una obra inédita. Sin embargo, el resto de su vida sufrió el ostracismo del régimen franquista y la censura de algunas de sus obras, todas ellas imbuidas de sus fervientes creencias social-cristianas.
Dividió su amplia creación literaria en lo que él
llamaba novelas de gran y pequeño
tonelaje, y a sus apuntes y esbozos embarcaciones
auxiliares, se puede distinguir un conjunto de novelas de Bilbao, o
ambientadas en Portugalete y aledaños, y una fase novelística madrileña. Es un
narrador claro y agudo, fluido, siempre ameno, preocupado por reflejar de la
manera más auténtica el habla del pueblo y las distintas jergas profesionales.
Notorio coleccionista de palabras arcaicas y de términos en desuso, difunde e
inventa un buen número de neologismos. Moralista, estudia las costumbres dentro
de un tono ácido e irónico penetrado de una filosofía social muy pesimista.
Fustiga con acritud a la burguesía ávida de dinero, odiando la codicia y la
falsa hipocresía social de su época, contemplando con una mirada tierna, y
quizás algo paternalista la condición femenina de aquella etapa, y la vida de
los marginados y menos pudientes. Citado siempre como novelista, su faceta de
cuentista no le va a la zaga. En su quehacer literario se puede ver el influjo
de Unamuno, Baroja, Eça de Queiroz, frecuentando desde su juventud los libros
de Machado, Gerardo Diego, Rubén Darío y Proust, entre otros. Inmortal clásico
contemporáneo, su obra perdurará, aunque sería muy deseable la reedición
completa de todos sus trabajos para que las generaciones venideras los conozcan
y disfruten.
En nuestra portugaluja Colección El Mareómetro, se han
dedicado cuatro ejemplares a su obra, empezando por retazos de sus Recuerdos y relatos de infancia y mocedad, y
su trilogía de novelas portugalujas, El chiplichandle,
La úlcera y El barco de la muerte.
Una reseña más completa de la figura de J.A.
Zunzunegui
se puede consultar en el trabajo del autor
en la Biblioteca Digital
Portugaluja, titulado
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