El
llamado “Tetramorfos” por la Real Academia de la Lengua y “Tetramorfo” en
algunos ambientes especializados en Iconografía, es una voz de origen griego y
que viene a significar Tetra (cuatro) y morphé (forma).
Es
la representación de cuatro imágenes, un hombre, un león, un toro y un águila
que se suelen situar con frecuencia en torno al trono celestial, el Pantocrátor,
el Dios Todopoderoso.
El
origen de estas representaciones podemos encontrarlo en la Biblia,
concretamente en el Libro de Ezequiel, un profeta que predicó entre los años
595 y 570 antes de cristo y estuvo cautivo en Babilonia junto al rey Joaquín
(597 a.C.) en tiempos de Nabudonosor II, donde tuvo una visión de la Gloria de
Yahveh, que describe así:
“/…Yo miré. Vi un viento huracanado que venía
del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en
medio como el fulgor del electro. Había en el centro como una forma de cuatro
seres cuyo aspecto era el siguiente: Tenían forma humana y cada uno tenía
cuatro caras y cuatro alas cada uno de ellos [...]La figura de su rostro era
rostro de hombre y rostro de león a la derecha en los cuatro y rostro de toro a
la izquierda de los cuatro y rostro de águila para los cuatro. Sus alas estaban
desplegadas hacia lo alto y cada uno tenía dos que se tocaban con las del otro
y otras dos que cubrían su cuerpo..../
Nuestra
querida Basílica portugaluja alberga varias representaciones de este elemento
iconográfico y hoy vamos a señalar la que se encuentra en las claves del
tercelete de la bóveda del ábside, sobre el altar mayor.
Cuatro
fantásticos medallones que muestran el toro y el león, el águila y el hombre,
todos con sus grandes alas adaptándose a la curvatura del círculo que las acoge
y todas ellas con una banda, una filacteria, símbolo de las escrituras, en la
boca o la mano.
Estas
bellísimas imágenes han estado siglos en nuestra iglesia sin haber sido admiradas
como se merecen y ha sido gracias a las precisas fotografías de Natxo Pedrosa, desinteresado
colaborador de la Asociación de Amigos
de la Basílica, el que hayamos podido contemplarlas pausadamente, pues al
encontrarse a más de 18 n. del suelo… hay que tener bien la vista y las
cervicales para poder disfrutarlas sin problemas. Son unas claves labradas con
exquisito gusto y con un delicado trabajo, tanto en las imágenes como en los
bordes afiligranados que las rodean. Obras de arte, seguramente del siglo XVI, que
engrandecen el edificio más antiguo y bello de nuestra villa marinera.
Javier López
Isla
Pueden ser los cuatro evangelistas?? Esas eran sus representaciones
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