lunes, 14 de febrero de 2022

LAS PRIMERAS MUJERES PORTUGALUJAS EN LOS 700 AÑOS: MENCIA DE AVELLANEDA (3)

Esta mujer, nos representa al colectivo femenino de los primeros siglos de la Villa que vivió bajo el poder de los grandes señores para satisfacer sus apetencias sexuales, no sabiendo nada de su nacimiento ni de su muerte, y estando su historia ligada a Lope García Salazar “el cronista”, como la manceba preferida de todas las que tuvo en los últimos años de su vida.

Ya en los años en torno a las discordias matrimoniales de Lope en 1463, tuvo dos vástagos con él y cuando su hijo Juan le hizo prisionero en Muñatones en 1471, permitiéndole mantener la compañía de sus mancebas con las que convivía y se acostaba, ella seguía con él. Posteriormente Juan expulsó a todas menos a dos para que le cuidasen. El prefirió quedarse con Catalina de Guinea que antes había sido "trasquilada y luego desorejada" por su hijo Gonzalo, y en especial con nuestra protagonista Mencía de Avellaneda descrita como “moza y gentil” y que era la que con más frecuencia "echaba en su cama". Dicho hijo, Juan, no guardaba ningún respeto a su padre, pues “tenía cópula carnal con cada una de ellas” especialmente con Mencía ocasionándose un motivo más de altercado con su progenitor. Este por su parte temeroso de ser envenenado hacía que Mencía que estaba siempre a su lado lo probara primero.

Pasados cinco años, por acuerdo con su hijo, Lope se trasladó a Portugalete, donde un día que le permitieron salir a pasear acompañado con Mencía y sus dos hijos bastardos, aprovechó un descuido de sus guardianes y se encerró en la iglesia.

Tras unos días en su interior se subió con Mencía a la torre desde donde hizo la famosa proclama al vecindario desheredando a sus hijos. Tras sacarle a la fuerza volvió a estar preso en la torre portugaluja bajo la sospecha de ser envenenado por lo que mantenía la costumbre de que fuera ella quien cocinara pues era “como en quien fiaba”.

Unos días después comiendo en la misma mesa Lope, y su hija bastarda de Mencía que tendría unos 13 años y le servía compartiendo una sopa de pan, la pequeña empezó a sentir los síntomas de envenenamiento muriendo enseguida, mientras Lope lo haría horas después tras fuertes dolores, atendido por Mencía y acompañada por otras 12 mujeres como alguna hija, nuera, etc.

Tras este recordado momento en la historia de los siete siglos de la historia local, no se volvió a tener noticias de ella.

 

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