Al igual que otras tradiciones
populares, la fiesta de carnaval vivió su larga noche de la dictadura para ver
la luz el año 1979, en que la Comisión de Fiestas portugaluja decidió
resucitarla.
Dado que los jóvenes no habían vivido
estas fiestas se recurrió a los mayores, como Pedro Heredia, para volver a darla
vida aplicando una buena dosis de pedagogía para explicar su historia.
Se tenía clara la idea clara del
entierro de la sardina, y la
presencia de grupos y comparsas que con sus disfraces ridiculizaban a la sociedad que les había tocado vivir. Se empezó pensando en crear dos personajes el “piloto lemán”, que conducía antiguamente la entrada de la barra, y el “jarrillero” o “dueño del alegre txakoli” donde se reunían los portugalujos, “que irían arropados por numerosas y vistosas comparsas entonando melodías”.
presencia de grupos y comparsas que con sus disfraces ridiculizaban a la sociedad que les había tocado vivir. Se empezó pensando en crear dos personajes el “piloto lemán”, que conducía antiguamente la entrada de la barra, y el “jarrillero” o “dueño del alegre txakoli” donde se reunían los portugalujos, “que irían arropados por numerosas y vistosas comparsas entonando melodías”.
Pronto cuajó la idea de, al
igual que existía la “bajada de San Roque”, organizar un “desfile de carnaval”
que con el mismo recorrido acabara en el Zubi Alde o en la Plaza.
Aquí es donde nuestra Cuadrilla
del Jatunak, se volcó de lleno para con sus carrozas o artefactos mostrar
el camino a imitar por los demás grupos que participaban en el desfile, siendo
los ganadores de los premios en los primeros años de la década de los
90.
Su gran número de componentes y
el esfuerzo realizado para montar sus carrozas fueron verdaderamente
llamativos.
En esa foto hay bastante gente que no era de la cuadrilla
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