En 1960 y ya desde
pequeños, íbamos solos al cole. Algo impensable, ¿no?, pues sí, parece que los
riesgos que apreciaban nuestros padres eran pocos y nos permitían esas
libertades. Era un baldón que te llevaran al cole. Ah!, y si hacías “pira”,
"campana", ¡¡buena te caía!!, cualquiera que te viera, se chivaba
rápidamente en casa: por ese entonces, Portugalete era muy pequeño y nos conocíamos
casi todos.
Hacia 1962, la misa
dominical de mediodía es un acto social masivo. Quien no va, es mal mirado. Hay
que ir con manga larga y las señoras, bien cubiertas con velo. Se estaba
celebrando el Concilio Vaticano II y, sesenta años después, parece que se
vuelve a lo mismo.
En los días a que me
refiero, el cartero llamaba por su nombre a los destinatarios de las cartas, y
las entregaba en mano. La "avisadora" daba voces en el portal para
decir qué funerales se celebraban esa tarde. El lechero repartía su producto
por las casas y la barra de pan valía 1,40 pesetas. El mielero hacía su escala
una vez al año con sus dulces barrilitos y el afilador hacia una pasada tocando
su chiflo que anunciaba sus servicios. Y no olvido al paragüero que al tiempo
que hacía arreglos a los paraguas, recogía cacerolas para remendarles el culo.
La escuela empezaba
con los parvulitos, a los cuatro años. No había “jardín de infancia”: las mamás
apenas trabajaban fuera de casa y, a la hora de comprar un piso, la hipoteca se
llevaba, como máximo, una tercera parte de un sueldo y a cuota fija, lo que
añadido a la inflación ascendente en aquel momento, aliviaba rápidamente la
carga de su pago.
Las chicas de finales
de los cincuenta y de los sesenta, no van a los bares. Todo lo más, a
cafeterías, las tardes de sábados y domingos, y siempre acompañadas. En cuanto
a su ropa, es el momento en que, contra la voluntad del padre, las hijas
comienzan a usar pantalones. Las madres tomaron esa costumbre poco tiempo
después.
Y una cosa muy
importante: el sputnik, de 1961. Esa bolita, cuya luz buscábamos en la noche,
fue el detonante de toda la electrónica que ha llegado después, por la
necesidad de reducir tamaños e incrementar servicios y utilidades en las naves
implicadas en la carrera espacial, ya que, igual que los Fórmula 1 dan pie a
muchas mejoras en los coches, la competencia entre los EEUU y la URSS, generó
muchos desarrollos: las placas de circuitos impresos, los transistores, los
procesadores cada vez más pequeños,...
Una calculadora que
haga lo mismo que hacía la primera que tuve, ocupa menos del 2% del tamaño,
ahora cabe en el monedero. Y la segunda que tuve, era requisada en los exámenes
para revisar los contenidos de las memorias, ya que nos las prestábamos y
pudiéramos haber dejado grabados nuestros resultados para conocimiento del
prestatario.
Y termino aquí este
relato con un recuerdo para los nostálgicos que empiezan a menudear: se podía
fumar en todos los sitios, menos en la iglesia y en los cines. Pero en los
cines tampoco se podía comer, sólo quedaba "la fila de los mancos"
para no mirar las películas.
Sólo en mis 65 años,
sí que ha cambiado en mundo, sí. Supongo que esa era la causa del “síndrome del
abuelo Pablo”, que me decía que lo de llegar a la luna era un camelo.
MARTINTXU
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