Días pasados anunciábamos la marcha de la comunidad religiosa de Siervas de María de su centenaria ubicación en “el Asilo”.
Algunos comentarios que se producen nos indican que a pesar del general aprecio por parte de los portugalujos de siempre que lo consideran algo suyo, hay también algunos que muestran cierta ignorancia o mala fe en los mismos. Ni esta residencia es de las monjas, ni tiene “muchísimo dinero” debiendo dedicarse a cobrar menos a los que les alquilan los pisos o locales comerciales con que cuentan, para poder mantener a los residentes.
Esta Institución que en siglos pasados pertenecía al Ayuntamiento donde se recogían como hospital o asilo a las personas desamparadas, dejó de ser municipal cuando ante la presión popular un grupo de portugalujos “de mucha moneda”, como decía la canción, decidió construir el actual edificio de Buenavista dotarle de un cierto patrimonio a través de donaciones, y constituirlo en 1907 como Fundación Benéfica gestionarlo por una Junta de Caridad de gente portugaluja y atendido por una comunidad de religiosas de las Siervas de María. La Junta de Patronos estaría presidida por el alcalde y el párroco de Santa María.
En la primera mitad del siglo XX, fue Hospital (llegó a contar con quirófanos) y Asilo para los pobres, acogiendo a los portugalujos y portugalujas sin recursos. El Ayuntamiento no se despreocupó de él y aportaba el servicio médico (a los doctores que le atendieron, Zaldua y Gurruchaga les dedicó una calle) y hasta en determinados momentos el concejal de bienestar social, se integró en la Junta de Caridad para estar al tanto de sus problemática. A pesar de las aportaciones económicas y los legados testamentarios que recibía su situación fue siempre bastante precaria con momentos puntuales muy difíciles..
En la segunda mitad del siglo XX, las cosas empiezan a cambiar. El servicio médico deja de ser municipal, siendo el Dr. Alday el que se hace cargo del mismo sin ninguna remuneración y al generalizarse el cobro de pensiones se estableció una cuota a los residentes que las cobraban.
En los años 70 se afronta un gran cambio con el apoyo de la benefactora Carmen Gandarias, realizando importantes obras y convirtiendo el centro en una moderna Residencia (se le siguió denominando Hospital-Asilo) lo cual fue reconocido por el Ayuntamiento dando su nombre a una calle de la Villa.
Se siguió cobrando para una parte de las residentes la cuota mensual consistente en un porcentaje de sus pensiones, generalmente muy bajas, y se abrió otra planta donde se fijó una cuota superior, pero siempre inferior a lo habitual en residencias públicas.
Una de las residentes en esta nueva planta fue la portugaluja Miren Vicuña, mostrando así que allí se acogía a las portugalujas (casi todas mujeres) al margen de su clase social. Miren donó su edificio del Muelle Nuevo para con sus rentas ayudar a financiar la Residencia, al igual que años antes Concepción Sugasti lo había hecho con su casa de General Castaños esquina con Carlos VII, donde actualmente se dispone de las lonjas cuyas rentas de alquiler ayudan igualmente a financiar la cuota de los residentes.
Y a pesar que ha habido residentes que han donado a su muerte su vivienda, o a la ayuda de la Fundación que creara Carmen Gandarias, sin embargo la marcha económica de la Institución siguió siendo muy apurada a pesar de los esfuerzo de las Juntas de Caridad verdaderamente voluntariosas y entregadas, presididas por portugalujos como Pedro Basurco (1967-1983), Javier Gárate (1983-2006) o Eduardo Benito (2006-2019).
Y así llegamos a la situación actual en que el querido Hospital-Asilo comienza una nueva etapa o un nuevo ciclo histórico, según se nos comenta en la MEMORIA de 2019, en la que Julia Egaña, la primera mujer en su historia coge el testigo al frente del mismo, la pandemia de coronavirus y su impacto económico golpea fuertemente y la comunidad de religiosas acusando el peso de la edad y de la falta de relevo vocacional anuncia el fin de su misión caritativa.
Comentaremos en otra entrada, cómo se presenta la nueva etapa del portugalujo Hospital-Asilo, o Residencia de San Juan Bautista, según lo llaman los mayores o los jóvenes.
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