A alguno, lo de fraila os sonará
a esta nueva moda de lenguaje que los políticos, feministas y medios de
comunicación se empeñan en meternos con calzador. Hubo una política que dijo un
día, que ella “había sido cocinera antes que fraila”. Pues bien, estas
líneas van dedicadas a las frailas de verdad.
En las iglesias y ermitas hemos conocido
a los sacristanes o sacristanas, encargadas de cuidar de los objetos
guardados en la sacristía y de la limpieza de la iglesia, pudiendo ayudar al
sacerdote en el altar. Pero nada hemos encontrado referente a la misión de las
mujeres que se ocuparon de realizar, antaño, esas funciones en la iglesia de
Santa María de Portugalete, aunque si tenemos sus nombres y fechas en que
desempeñaron el cargo de fraila o patrona.
El vocablo fraila no está
recogido en el diccionario de la RAE y encontramos algo parecido en el freila
o breira que Mikel Larrañaga cita en Auñamendi Eusko Entziklopedia, al
hablar de las mujeres que en euskera se llamaban y llaman serorak.
Según él, “en documentos castellanos y franceses estas mujeres han
recibido diferentes nombres, dependiendo del lugar y la época: serora, sorora,
beata, freila o breira, benoîte o benedicta, hospitalera, emparedada, recluse,
etc. Sin embargo, en la literatura vasca hasta el siglo XVIII predominaba el
término serora, también para las que más tarde de denominarían como, monjas
(moja). Añade que, por lo general, las seroras más jóvenes eran aquellas
mujeres que no habían podido o querido casarse, aunque también eran comunes las
viudas que querían mantener su independencia”.
Josefa María Setien en su blog da unas
pinceladas de las seroras de Irún: “La figura de la serora fue importante
dentro de la Iglesia hasta el siglo XIX. Soltera, salvo raras excepciones; no
inferior a cuarenta años y de conducta irreprochable, era como una monja
solitaria, dedicada al culto. Vivía en un pequeño habitáculo, anejo a la
iglesia o ermita. Elegida por el alcalde, jurados y vecinos de la localidad,
recibía de los patronos de la iglesia el nombramiento y título que como tal la
acreditaban. Al ingresar debía de aportar una dote en metálico y ello le daba
derecho a percibir una porción o participación en las ofrendas de los
entierros, bautizos, matrimonios y otros ingresos, como los clérigos de los
cabildos parroquiales. Su labor consistía sobre todo en mantener perfectamente
la iglesia, su limpieza, cuidar la luminaria del Santísimo, los ornamentos sagrados,
el ajuar litúrgico y las sepulturas del interior de la iglesia. Su salario
dependía de la importancia de la iglesia o población donde ejercía su oficio,
ya que las seroras de ermitas vivían prácticamente de limosnas que les daban
los feligreses, muchas veces en grano”.
Manuel Fernández, “Manolo el sacristán”,
nos dio unas pinceladas sobre los sacristanes de Portugalete en el libro de
Juan de Pagoeta “Portugalete y su Basílica de Santa María” (1994), pero nadadice
sobre sacristanas o frailas. Señalaba, como antiguamente el cargo de
sacristán lo ocupaba el último cura beneficiado que había llegado a la
parroquia. Su misión estaba legislada en las Reglas y Constituciones, que
recogían la obligación de tañer las campanas, tener compuestos los altares y tenga
mucha limpieza en los corporales y mindicadores de los cálices, sin olvidar la
misión de hacer las hostias. Además, se ocuparía de las cosas de la sacristía,
como eran la custodia y cuidado de los vasos sagrados y ornamentos, limpieza
del templo, abrirlo y cerrarlo a las horas debidas, atender al servicio de los
oficios, pedir limosna en misa, etc. El sacristán era nombrado por el
Ayuntamiento, dado su condición de patrono de Santa María y recibía de él un
salario por su trabajo.
Pero, como en otras ocasiones y por
casualidad, al revisar las fichas del apartado “E.3 Relaciones del
Ayuntamiento con diversas instancias” del Archivo Histórico de Portugalete,
hemos encontrado varias referentes a los nombramientos de frailas y una
patrona, correspondientes a los siglos XVII y XVIII.
El día 1 de
junio de 1670 se nombra fraila, a Ana de Bon, para sustituir a Mari Cruz de
Ibón, quien nuevamente volvería al cargo el 24 de diciembre de 1676 recibiendo
las llaves de Josefa Carranza que lo dejaba, y ejerciendo hasta su muerte diez
años después, el 9 de febrero de 1686, que le sustituye Justina (¿) de Urioste,
que ejercería hasta su muerte en 29 de junio de 1690.
En la última
década del siglo XVII se cita a Francisca de la Sierra (1690-06-29)
sustituyendo a Agustina (¿) de la Sierra a quien seguiría el 20 de diciembre de
1692 Juana de Garay, figurando que toma el cargo de patrona.
Ya en el
siglo XVIII en
las contrataciones de predicadores, organistas, etc. de fecha 7-8-1710, encontramos:
“La corporación acuerda que en adelante se nombre para el ya que el actual organista Antonio de Mioño,
ni sabe tocar el órgano, ni cantar, con lo que causa risa de los que asisten a
los oficios religiosos, oficio de organista a personas hábiles, previos
exámenes, se acuerda que no se asista al organista con ninguna cantidad de maravedís”.
Al que contratarían, parece ser que fue Pedro
de Garmíndez ya que la ficha de 7-7-1713 indica: “La corporación decreta que
en vista de que el sueldo de Pedro de Garmíndez, organista y vecino de Bilbao,
es muy pequeño, se nombre a su mujer, Ángela de Urezgol, fraila de la iglesia
de Santa María en sustitución de Francisca de Ibarra”.
Finalmente en 1722 encontramos el nombramiento de María de Taborga.
JOSE LUIS GARAIZABAL
Joder, sr.Garaizabal,se le ve molesto por vivir en el siglo XXI,con tanta feminista y tanto calzador.Esto con Franco no pasaba.Ni con los RR.CC.
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