miércoles, 19 de febrero de 2014

LOS PRESOS POLÍTICOS TRAS LA GUERRA: LA LIBERTAD CONDICIONAL


Hacemos un alto en nuestra historia de la calle Zubeldia, en el momento en que las vaquillas subían por la calle en las fiestas de San Roque, para dar entrada durante unos días a otros temas. 
La foto que encabeza esta entrada de hoy corresponde al año 1948, cuando en agosto, dentro de los actos de homenaje a la Marina de Castilla, trajeron a Portugalete en la falúa del Consulado, las reliquias de Fernando III el Santo.
Todavía en ese año eran numerosos los presos políticos que estaban en la cárcel, aunque ya desde principios de la década se habían empezado a conceder la libertad provisional. 

Nos lo cuenta Tasio Munárriz:
Los responsables del sistema penitenciario franquista veían que era imposible gestionar la enorme cantidad de presos políticos (270.719) en 1939. De éstos 256 eran portugalujos. Desde 1940 arbitraron medidas para vaciar progresivamente los presidios y ser utilizadas con fines propagandísticos de generosidad.
La excarcelación se fue ampliando desde los condenados a penas inferiores a 12 años en 1940 hasta los condenados a penas superiores a 20 años no responsables de homicidios en 1943.
Los “liberados” tenían que portar una cartilla de identificación y presentarse quincenalmente en el cuartel de la Guardia Civil. Si no cumplían estas obligaciones, volvían a prisión. La junta local de Libertad Vigilada fiscalizaba y controlaba la conducta político-social de los “liberados”.
Por este sistema la mayoría de los presos políticos portugalujos lograron la libertad. Los jueces militares y los directores de las prisiones preguntaban al ayuntamiento si se podía dar la libertad condicional a sus vecinos y, en este caso, si podían volver a la villa. En el archivo municipal hay documentos en los que consta que el ayuntamiento aceptaba la libertad condicional en 31 casos y la rechazaba en 3, aceptaba la residencia en la villa de 7 y pedía que el recluso fuese desterrado a más de 250 km. en 6 casos. Del resto no hay ningún documento.

Como muestra de cómo funcionaban estas cuestiones en la posguerra aporto
el testimonio de Angel Alday. Su padre, Sotero, fue condenado a 6 años y un día por el delito de auxilio a la rebelión. Al ser ocupada Portugalete por las tropas franquistas, se quedó en la villa porque siempre había cumplido con la ley: Fue el fundador y primer presidente de la Agrupación socialista en 1924 y luego presidente del Sindicato metalúrgico de la UGT.
Después de 3 o 4 años en las cárceles de El Carmelo y Larrínaga (de esto se hablaba poco en casa), fue puesto en libertad condicional con la obligación de presentarse dos veces al día en el puesto de la Guardia Civil. Como Sotero trabajaba en Talleres Zorroza, venir a Portugalete a la mañana y a la tarde, le suponía perder tiempo de trabajo y sueldo.

El comandante de la Guardia Civil solía tomar unos vinos en el bar Minuto con el tratante de ganado Salvador Suberbiola, que tenía unos animales en La Ranche, donde luego se construyó el cine Mar. Como éste era amigo de Angel, quedaron de acuerdo en hablar con el comandante. Un día le presentó a Angel como un compañero de profesión y le contaron el problema de Sotero. El comandante respondió “Hecho”. Y Sotero ya sólo tuvo que ir una vez al día hasta que cumplió totalmente la sentencia.

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