Recientemente en una entrada sobre si nuestros vecinos de Santurtzi nos
robaron la imagen de San Jorge, refiriéndose a la puerta existente en las
antiguas murallas que daba a la calle de la Barrera, frente al monasterio de
Santa Clara, Aitor González Gato nos
apuntaba que existía todavía en 1757, citándola como Puerta de San Jorge.
De ella partía el camino que nos unía con Santurtzi y que cuando se
construyó por la zona alta desde la carretera provincial que iba a Somorrostro,
la nueva carretera atravesando Abaro, una parte del antiguo camino se quedó
encajonado entre los muros de las fincas de la burguesía, como era en su
comienzo la de Tomás de Epalza y el convento de las monjas, conociéndose
entonces como “callejón del muerto”, que muchos lo recuerdan y sobre cuyo
origen existen peregrinas interpretaciones. Romualdo Arce (1920-2006) en una de
sus poesías que le dedicó nos dice que era conocido también en su época de
niñez como callejón de los frailes o de las monjas.
Hoy es Javier García-Borreguero y Ondiz,
quien nos apunta una versión del origen de tal nombre al leer un artículo de Aurelio Gutiérrez Martín de Vidales, en
su blog LA VIDA PASA, sobre Claudio Quintín de
la Tova Manzanal.
Este portugalujo nacido en 1791 y bautizado en la parroquia de Santa María
el 31 de octubre, vivía en el Barrio
Nuevo de La Chicharra que tenía entonces casi 70 habitantes, y que dado su
proximidad a la iglesia de San Jorge, aunque en lo civil su jurisdicción
pertenecía a la Villa, en lo espiritual eran feligreses de dicha parroquia, allí fue donde le administraron los Santos Sacramentos al morir en 1843.
Su deseo, reflejado en testamento, era ser enterrado en la iglesia de Santa
María donde había sido bautizado, que desde principios de siglo disponía de
Campo Santo trasero en el término de Las Canteras.
Siguiendo la costumbre, la conducción del cadáver acompañado del cabildo
santurtziarra hasta la entrada de la Villa, se hacía por el citado camino y en
la Cruz de Santa Clara, divisoria de las dos jurisdicciones según consta
escriturado en el archivo de la iglesia del nominado Santurce, se hizo entrega del muerto al Cabildo
portugalujo.
Igualmente este les mandó 25 ducados por la
cuarta funeral, según costumbre de la matriz y aneja de San Salvador del Valle
en toda persona mayor.
Parece pues que en ese barrio, hasta 1866 fecha de su desanexión de la
Villa, el que moría era llevado a enterrar por dicho camino a nuestra iglesia parroquial o a su Campo Santo posterior, lo que originaría la denominación del
camino del muerto, o a su tramo final al llegar a la entrada de la Villa, callejón
del muerto.
Pedro Heredia en el libro de la Colección El Mareómetro, La música y otros aspectos costumbristas de
la Villa Jarrillera, nos habla de este
camino de los muertos, pero hablando de los entierros de los barrios, también
santurtziarras, de Rivas y Repelega, que para ser enterrados en la iglesia de
San Jorge, pasaban por el alto de San Roque, bajaban al Cristo y tras pasar por
la calle del Medio salían por el cantón de Santa Clara y frente al convento
cantaban el tercer responso.
Heredia nos lo confirma con dos pleitos sobre el tema entre los cabildos de
ambas parroquias en 1664 y 1672 y finaliza sugiriendo que mejor que Callejón
del muerto hubiera sido Callejón de los muertos.
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