Siguiendo con los ejemplares del Noticiero Bilbaíno que nos ha enviado Karla Llanos, vamos a recoger hoy algunas noticias del año 1893.
La primera de ellas se refiere al Balneario de la playa de El Salto, que estaba en sus años de esplendor. El anuncio que recogemos sobre una postal de la época con el edificio al fondo de la playa, hace referencia a Baños de mar calientes y su apertura el 1 de junio tras haber mejorado notablemente el servicio.
Al igual que en años anteriores los gestores del mismo tenían un acuerdo con la Compañía del Ferrocarril de Bilbao a Portugalete y ofrecían a partir del 1 de julio, tarjetas de abono que incluían nueve viajes de ida y vuelta y nueve baños.
Eran de dos tipos según se tratara de baños fríos de mar o baños calientes y había de tres clases, siendo en los primeros el precio de 1ª clase de 15 ptas. con 12 y 9 los de 3ª clase, mientras los abonos con baño caliente eran de casi el doble de precio pues costaban 27, 24 y 21 ptas. según las clases.
Como en la playa había socavones que “hacían difícil el tránsito” por ella, debido a las excavaciones de arena que se realizaban de forma irregular, se prohibió su extracción del 15 de junio al 15 de setiembre.
Igualmente vemos anunciado el HOTEL YNZA, en el edificio de Manuel Calvo, ofreciendo comidas a todas horas y de encargo, café y licores, y desde el 11 de julio se servían helados todos los días.
Otras noticias curiosas se refieren a la existencia en la Villa de “un garito donde algunos individuos pertenecientes a la clase obrera dejan los cuartos, quedando por consiguiente mal paradas sus familias” o la declaración de cinco prófugos por no haberse presentado al llamamiento del correspondiente reemplazo de mozos para el ejército.
Se hace eco igualmente el día 19 de junio del acto de
reconocimiento con la medalla de bronce y 100 ptas. de premio al conocido
marinero Vicente Leguina por “el
salvamento de dos individuos que naufragaron en el N.E, de la barra el 26 de
abril”.
Finalmente nos llama la atención la denuncia de la
administradora de una vivienda, cuyos dueños residían en Madrid y la usaban
durante el verano, de que en ella habían entrado brujas y duendes, pues aunque
no faltaba nada los muebles estaban movidos. No paró hasta que dos guardias
entraron a comprobarlo. El periodista finalizaba la noticia exclamando: Parece mentira que esto ocurra en las
postrimerías del siglo XIX.
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