Según nos envía Joseba
Trancho desde Santurtzi, el próximo 2 de junio van celebrar su día de los mojones, siguiendo la
antigua tradición que se daba en el pasado en todos nuestros pueblos.
En este caso nos invitan a todos a asistir a una recreación
con personajes vestidos de época que representan a los que tomaban parte en
estos eventos, como alcaldes, notario, concejales, etc. y tomando como base
algunos mojones situados en el Serantes.
Esto nos da pie para recordar una de las visitas que hizo
nuestro ayuntamiento en 1818 a los mojones que teníamos junto a la iglesia de
Santurtzi y que "casualmente" se celebraba el día de San Jorge, el 23 de abril.
Dejamos que lo cuente Mariano
Ciriquiain:
Tradicionalmente en la mañanita de ese día el Alcalde salía
de la Casa Consistorial de la Villa acompañado del Sindico, el Escribano y el
Ministro Alguacil, con la vara en alto. Con solemnidad de ceremonia se dirigían
los cuatro, por el camino de Santurce, a la iglesia parroquial del Concejo vecino.
Llegaban hasta bajo las goteras del
templo. El Ministro Alguacil mantenía en alto la vara. Hasta allí llegaba
su jurisdicción.
Los santurzanos que estaban congregados a la entrada de la
iglesia esperando la hora de la misa del Santo Patrono, los mirarían con visible
enojo.
-Estos de Portugalete son el demonio –dirían-. Ni en el día
de la fiesta del pueblo nos dejan en paz.
El alguacil, la vara siempre en alto, les devolvería la
mirada con desenfado de superioridad. Ni un paso menos. Allí mismo, bajo las goteras, llegaba la Villa.
Luego se corrían hasta el mojón próximo, y después al pretil de la plazoleta.
Todo era suyo. Restos de un pasado esplendoroso.
De vuelta, pasaban de nuevo bajo el límite que ponían las
aguas pluviales que vertía el tejado de la iglesia. Una cola de miradas torvas
seguía al cortejo hasta que se perdía de vista. Una vez en Portugalete, el
Escribano extendía una diligencia en el Libro de Acuerdos de la Corporación
haciendo constar haberse celebrado el acto posesorio, en presencia de varios
testigos se Santurce, sin protesta alguna.
Ese año de 1818 al llegar el cortejo con el alcalde a la
cabeza don Félix Joaquín de la Sota,
al llegar a la casa de doña Rita de Salcedo, el Sindico del Concejo santurzano
les vino al paso, con tono autoritario diciéndole
a nuestro alcalde:
-Baje vuesa merce la
vara.
Los de la Villa les contestaron con desplante; el caso no
era para menos, y siguieron su camino con la vara en alto.
A la entrada del puente obligaron al cortejo a nueva detenida.
Mas esta vez no era el Sindico quien les mandó parar, sino el alcalde del Concejo
en persona, seguido del Escribano, del abogado Gutiérrez, de Cabieces, varios
regidores y una multitud de gentes cuyo número
no bajaba de 200 personas de ambos sexos. Esto ya era peor. El de Santurce insistió
cortésmente a su compañero de Portugalete que bajara la vara. Pero intervino el
picapleitos de Cabieces diciendo que no debía invitar, sino mandar; estaba en
su jurisdicción. El alcalde de la Villa defendió su derecho invocando varias
Reales Cartas Ejecutorias. Pero no le valió. Le contestaron manifestándole que valían menos que un papel mojado o una bula
vieja. Se agrió la discusión. El abogado Gutiérrez era el que atizaba el
fuego, quizás buscando el pleito. Acalóranse unos y otros. Y el Alcalde del
Concejo, perdiendo toda conciencia de su responsabilidad se arrojó sobre el de
Portugalete y le arrancó la vara de las manos entre aclamaciones y rechiflas de la gente agavillada con aparato
tumultuario. Todo un pueblo contra cuatro. Y en su casa.
Los de Santurce no
estuvieron bien. Hay otra manera de hacer las cosas.
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