viernes, 18 de mayo de 2018

¿VAS DE ESTRENO?





Esa es una frase que usábamos entre nosotros cuando, estando en el inicio de la adolescencia, ya comenzábamos a apreciar el valor de nuestra imagen.

Significaba que el preguntado era portador de camisa o niqui, pantalón, zapatos, jersey, chaqueta,... nuevo o nuevos, lo que, en mi familia, se practicaba en los “días de estreno”: el Domingo de Ramos y en El Pilar.

Una vez estrenadas las prendas y pasadas esas fechas, se convertían en la “ropa de domingo”, que además de ser eso, servían para ir guapos a Bilbao o a visitar a los abuelos, acudir a las citas con el médico o con los profes,... Ponte “de domingo”, nos decían.

Gildo y Lángara, en la calle de Enmedio, para los zapatos; Duque, en Coscojales, para la ropa,... eran los comercios preferidos en casa. Más adelante, cada uno mantuvo y cambió sus preferencias a la hora de vestir. Por mi lado, más adelante, fue Roque quien me ayudó a esos efectos.

En mis 3 a 6 años, recuerdo los zapatos de charol adquiridos donde Gildo. Ignoro de donde venía la costumbre, no había opción. Parecían requeridos como parte del “uniforme de verano”.

De otras prendas de vestir, no tengo muchos recuerdos, sólo un Lacoste de color butano que estuvo de moda allá por 1964 o así. Otra cosa son las corbatas, a las que he odiado tras los años de colegio, por la imposición de su uso, sí, pero aprendí cuatro modos de hacer el nudo y, cincuenta años después, no los he olvidado.

El consejo familiar era mantener siempre la discreción. Compaginar nuestros gustos, y el ajuste a la moda del momento, con los requisitos maternos, era difícil. A veces, usé la rebeldía para obviar el desacuerdo. Por ejemplo, allá por 1972: compré una gabardina larga, por debajo de la rodilla. Se llevaban así, no obstante, por ese largo, desagradó en casa.

Visto que era un problema irresoluble, hice de tripas, corazón, y pasé a cambiarla por una gabardina de estilo británico, tipo levita corta, con solapas amplias, en marrón oscuro. Se trataba de borrar el ceño fruncido y los morros que recibí. Quizá la recordéis: contrastaba con la moda imperante. Mi envaramiento me salió por la culata. Esa prenda duró mucho.

Otra liza, era la de las camisas. Yo las deseaba de estilo Oxford, con botones en la punta del cuello, pero los gustos maternos iban por las de garganta expuesta y sin botones. ¡Cómo las odiaba!. Pasados los dieciséis, comencé a comprar yo sólo las mías.

Para esas fechas, año 1970, los días de estreno, habían dejado de ser tales. Nuestros planes nos dirigían a otros lares, lejos del clan. Ya fuera a la montaña, la nieve, excursión de amigos,...

Ya no compramos ropa “de estreno”. Se compra cuando se precisa o se desea. Medio siglo después, esas fechas de estreno, son dedicadas a descansar incluso a costa de viajar lejos. Pero... ¡qué duro es viajar!.

De vuelta, vestidos con el atuendo de diario, descansamos del viaje.

Martintxu



NOTA: Tal vez ésta entrada no contenga muchos recuerdos comunes
con los lectores.
Os animo a compartir los vuestros.


 Ante la falta de imágenes para ilustrar esta entrada
recurrimos al archivo de Eduardo Benitoy elegimos estos dos grupos, vestidos de domingo o de excursión,como recuerdo a los que ya no están con nosotros y homenaje a los que siguen al pie del cañón, aunque sea con ligeros achaques.





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