Las imágenes ofrecidas por FOTO SAEZ en 1947, nos sirve para plasmar algunos retazos
de la vida festiva en el Ojillo en los años de posguerra, celebrando San Roquillo.
Todavía algunos recordamos el tablado que se montaba a la entrada de la actual
calle Gipuzkoa, que cuando ésta se abrió al trafico se pasó a la acera de
enfrente, donde tenían lugar los actos festivos. En estas fotos aparecen personajes
muy populares de aquellos años como fueron Troski, Santi el Feo, Escudero y
Manolo Pons
En la casa de enfrente, el nº 11, Félix Fernández en la Revista El
Abra, nos recordaba a “la abuela Dorotea de Perrochico y a los Manzanares; a la
misteriosa maestra “Filo-Tricornio”; a Emilita y Carmenchu Tejada, dos hermanas
muy ordenadas que nos brindaron su buena amistad. En las lonjas se movían los
Sirimiri y Pepa la carbonera; ésta tenía una burra, que estaba picada con el
burro de Margaritetxu Aroma, la de la aldea de Lejona. Esta pareja de asnos
cuando se encontraban, se ponían furiosos y era tal su frenesí, que nos daban
un espectáculo circense.
Aunque de todas las casas del Ojillo, fue sin duda el nº 13, la que albergó
la mayor y más nutrida representación humana; fue un hervidero de gentes, todo
un parlamento de la vida cotidiana. En este teatrillo de variedades, el actor
principal fue Perrote y la vedette su hija Paqui, que era toda una hembra
atractiva y desafiante, que no se libraba nunca de piropos y miradas
indiscretas.
En esta casa, que siempre olía a exceso de habitabilidad, los bajos también
eran viviendas y en el reducido portal, obraba un zapatero artesano, que era el
animador de tertulias y el eco de noticias callejeras. Perrote era el vecino
más popular, un tipo cómico-malhumorado, que todos los atardeceres regresaba a
casa con media castaña y, escorado de beber, era cuando las pandillas de
chavales le hacían rabiar; junto a Perrote vivían otras familias numerosas
como: Los Barrios (Ángel, Elías, Gabriel, el Negus, etc.); Pajares (Félix,
Floren, etc.); Regina la sardinera, cuyas hijas menores Consuelo y Agapi,
representaron una ideal casta femenina, nadie se atrevía a tomarlas el pelo,
fueron dos mujeres de temple y coraje que nunca se acobardaron ante la pobreza
e infortunio, todo un ejemplo de dignidad; Mari Flor la hermana de los
fruteros; Fuensanta, la romántica y delicada novia, que hacía esperar horas a
su amor acotado sobre las paredes de los Aromas; Rosa y sus hijos, entre ellos,
Alfredo Bilbao, un joven divertido que no se privaba del alterne diario por los
bares de Zamorilla, Minuto, Metro y Areso. En los bajos de la casa vivían, Eusebia
de Novella, una auténtica etxekoandre, que siempre esperaba el retorno de los
suyos, sentada en la acera haciendo punto; en otra mano Uvi Ortega, Miguelín y
su hermana la monja vivían con su madre Eugenia, que siempre la vimos de luto
soportando alguna pena inolvidable o drama familiar”.
No se que pensarán algunos de los descendientes de los que aquí aparecen, d
ResponderEliminare los calificativos que se indican de sus antepasados, sin filtro ni vergüenza, estoy abochornada. El autor o autora se lo tiene que hacer mirar.
No me cabe duda que los personajes y sus sucesores estarían y estarán encantados de este articulo... ahora, si alguien se "abochorna" eso ya es para hacérselo mirar... es lo malo de vivir en la época de los "pieles finas".
ResponderEliminarBueno, igual salvo la hembra atractiva y desafiante y el que llegaba a casa escorado de beber, los demás tampoco salen tan mal parados, no? No sé, a mi no me haría mucha gracia. En todo caso me alegro de que no salga nadie de mi familia del Ojillo en este artículo y no.doy más pistas. No sea que devotra no nos libremos.
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